“Barcos de papel” – Capítulo 15 c

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

3.- Sembrando de octavillas la ciudad.

Aquel año, el buen tiempo se presentó sin avisar, el aire parecía más limpio y renovado, y el cielo ostentaba un precioso color azul turquesa. La semana anterior, habíamos estado recorriendo los alrededores de la plaza del Pi y el Casco Antiguo. Me asombró conocer la sala Parés, el Ateneo Barcelonés, la casa donde vivió Ángel Guimerá (en el número cuatro de la calle de Petritxol), las viejas joyerías y las librerías antiguas. Terminamos tomando trufas con cava en una de las antiguas chocolaterías. Después de algunos días en los que no vale la pena entrar en detalles, porque en la vida real los hechos interesantes no son tan frecuentes como en la literatura, el domingo por la mañana me levanté temprano, estuve estudiando en mi cuarto hasta las doce y, luego, marqué el número de Roser para preguntarle si quería que fuéramos a dar un paseo y a tomar alguna cosa a una terraza de las Ramblas. Encendí un cigarrillo y al otro lado del hilo escuché la voz de su padre.

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