Semana Santa de Úbeda

Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.

Ramón Quesada se nos aparece en este artículo como guía y conductor, intérprete material, del desarrollo semanasantero ubetense. Al igual que el artículo anterior, fue escrito con motivo de la Semana Santa del año 1991; pero en éste, nuestro articulista pasa, de la exégesis del anterior, a cronista del presente: de la teoría a la práctica. El contenido de la narración es altamente interesante por su sentido histórico y pródigo en detalles de todas y cada una de las cofradías de hace veinticuatro años.

Habría que consultar la abundante bibliografía y el inmenso bosque del Archivo Municipal de Úbeda para encontrar, sin seguridad, muy poco sobre los orígenes de la primera cofradía de su Semana Santa y de la imagen procesionada. No obstante, tenemos un “primer dato” en la versión que, en Biografía de Úbeda, cita Juan Pasquau, al decir, refiriéndose a la capilla de La Yedra en la iglesia de Santa María de los Reales Alcázares, que es llamada así porque en ella se veneraba el Santísimo Cristo de la Yedra. Y que esta imagen se desclavaba de la cruz y era colocada en una urna, para la procesión del Santo Entierro del Viernes Santo…

Damos la razón al ilustre escritor de Úbeda y por supuesto que no dudamos de su prestigio como cronista; pero, si bien nos ofrece un punto de partida, es de suponer que, por dificultad en la investigación histórica, no llegó a descubrir la fecha del acto que nos indica del Cristo de la Yedra. De todas formas, podemos considerar de mucho mérito la aportación referida.

Otro antecedente que tener en cuenta, para partir de una base histórica sobre el tema, lo tenemos en la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santa María Magdalena, ya que la devoción a esta Virgen, y su primera procesión, se pierden en el recorrido de los tiempos. Se sabe, sobre ello, que ya la primitiva imagen pertenecía a la época visigoda y que, por temor a su profanación, es enterrada y ocultada ante la invasión árabe del siglo VIII, con lo que desaparece durante cuatrocientos años, hasta que, en 1161, es hallada en un lugar llamado “Cruz de Herrera”; y consta otra referencia histórica que confirma la larga data de la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, pues, en 1554, la Cofradía consigue la autorización y desde este año se puede considerar fundada.

La Muy Antigua e Ilustre Cofradía de Nuestro Señora de los Dolores, San Juan y la Verónica, llamada también “de las Aguas” es la que sigue en lejanía a la que ya hemos aludido. Hay constancia de que, ya en 1577, los hermanos del “Dulcísimo Nombre de Jesús” y el Santísimo Sacramento establecen un concierto con los dominicos del convento de San Andrés, para venerar con su culto a “Jesús de las Aguas”, llegándose al acuerdo de celebrar la procesión todos los años, en la tarde del Jueves Santo, saliendo, por la puerta norte del citado convento, con una imagen de Jesús, de autor totalmente desconocido.

Continuando el orden cronológico de estas fundaciones cofradieras de la Semana Santa de Úbeda, sigue en la relación de las mismas la Hermandad del Santísimo Cristo de la Expiración y María Santísima de los Dolores, creada en 1604. Setenta años más tarde, o sea en 1674, pero probablemente de mayor antigüedad, aparece la Hermandad del Santo Entierro de Cristo y Santo Sepulcro, que hace su primer desfile procesional el 3 de abril del año ya citado. Nuestra Señora de las Angustias fue establecida en 1902, saliendo en procesión por primera vez en 1904. La Cofradía del Santísimo Cristo de la Caída y María Santísima de la Amargura se crea en 1904, siguiéndole dos años después, en 1906, la Hermandad de Nuestro Señor Resucitado y Nuestra Señora de la Paz; con exactitud, el día 10 de mayo. Siendo fundada en 1913 para aparecer en 1914 en procesión presidida por S. M. Alfonso XIII, se instituye la Real Cofradía del Santísimo Cristo de la Humildad y Nuestra Señora de la Fe. La Entrada de Jesús en Jerusalén y Nuestra Señora del Amor se fundó en 1925, como asimismo la Cofradía de Nuestro Señor en la Columna y María Santísima de la Caridad, conocido igualmente como “de la Flagelación”. El 3 de julio de 1943, la Cofradía de Nuestro Señor de la Oración en el Huerto y Nuestra Señora de la Esperanza, para realizar su desfile procesional en 1946. La Hermandad Eucarística de la Santa Cena, grupo escultórico de trece figuras de tamaño natural, se establece el 4 de abril de 1954. El 20 de marzo de 1966, es la cofradía del Cristo de la Noche Oscura la que sigue este turno cronológico de las fundaciones de hermandades de Semana Santa de Úbeda, continuando la del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, o “del Silencio”, en 1980 y, por último, la Cofradía de Nuestra Señora de la Gracia, que, fundada en 1982, cierra esta relación de imágenes, sus fechas de instauración y sus primeras procesiones. Sin embargo, habiéndola dejado adrede para el final, porque cierra la noche del Viernes Santo, está la Magna Procesión General. Extraordinario Vía Crucis que data de 1897 y en el que participa la totalidad de las hermandades, que constituye una brillantísima y emocional procesión, única en el mundo, que se sepa. Hay que hacer mención también, y muy especial, de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa. Desde que terminó la contienda nacional en España y año tras año, se fue recuperando el esplendor de la Semana de Pasión que los ubetenses se resistían a perder a perpetuidad; nació la preocupación por dar vida, hacer realidad la idea de la agrupación de Cofradías de Semana Santa. Conseguido esto y por acuerdo de la Junta de Presidentes de Cofradías celebrada el día 22 de marzo de 1954, en el Excmo. Ayuntamiento, siendo alcalde de la ciudad don Lorenzo Lechuga Vegara y con asistencia de todos los párrocos de Úbeda, fue constituida la Agrupación de Cofradías de Semana Santa, quedando formada la Comisión organizadora por los señores Lorenzo Lechuga Vegara, Antonio Vico Hidalgo, José Piñar Moreno, Juan Duarte López y los presidentes de las cofradías Pedro Parra López, Julio Corzo León, Manuel Torres Orozco, Roque Rojas Salas, Ángel Lara Carmona, Juan Pablo Pasquau Heredero, Gaspar Saro Díaz, Bonifacio Ordóñez Quesada, Joaquín González Pozas, Pedro Berlanga de la Blanca y Marcos Maeso Rienda.

Los estatutos se aprobaron el 29 de diciembre de 1954 y la primera Junta permanente se constituyó en febrero de 1955. El obispo de Jaén, don Félix Romero Mengíbar, aprobó estos estatutos el 19 de noviembre de 1955, pasando a ser primer presidente José Pérez Ortega; y presidente nato, el señor arcipreste; y honorario, el alcalde de la ciudad.

Los fines de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa, asociación auxiliar de Acción Católica Española, son los religiosos, económicos y de propaganda; la difusión en beneficio del mayor realce y esplendor de la Semana Santa de Úbeda; la organización y asistencia a los actos religiosos; y, como medio de propagación, la confección de carteles, folletos y reportajes en los diferentes medios informativos. También queda reservado a la Agrupación de Cofradías el Pregón de la Semana Santa.

Después de José Pérez Ortega, han sido presidentes de la misma, José Molina Hipólito, Andrés Escalzo Lechuga, Andrés Fuentes Garayalde, Andrés Moreno Siles, Antonio Pozas Murcia y Eusebio Campos Gimeno.

La arrogancia abatida de la figura de Jesús y la belleza dolorida y serena de las imágenes de María, en esta artística exposición sacra de los “pasos” de la Semana Santa de Úbeda, tienen su razón en las manos y en los sentimientos de todos los escultores de la imaginería ubetense.

El Dolor de Cristo, la Tragedia del hombre, han estado permanentemente vinculadas al ubetense, arraigadas al corazón y al alma. La suavidad íntima del cielo de Palestina se prendió un día en el de Úbeda, con las palabras del Maestro en los labios inmóviles de las tallas. La grandeza del Dolor en la Pasión hizo mella en estos hombres y fue de necesidad concebir la figura de Jesús y plasmarla artísticamente en sus imágenes. Para ello, fue preciso buscar, y encontrar, a imagineros de la talla de Francisco Palma Burgos (“Entrada de Jesús en Jerusalén”, “Cristo de la Noche Oscura”, “Nuestro Señor de la Columna”, “La Virgen de la Caridad”, “Nuestra Señora de los Dolores” de la Cofradía de Jesús Nazareno, “Santo Entierro de Cristo” y “Santo Sepulcro”, así como todo su grupo escultórico y “Jesús Resucitado”), Amadeo Ruiz Olmos (las trece figuras de la “Santa Cena de Cristo”, la “Humildad”, “Nuestra Señora de la Fe” y “Nuestra Señora de la Soledad y María de Magdala”), Federico Coullaut Valera (“Nuestro Señor de la Oración del Huerto” y “Nuestra Señora de la Esperanza”), Jacinto Higueras (“Jesús Nazareno” y las imágenes de “San Juan” y “La Verónica”), Mariano Benlliure (“Cristo de la Caída”), Juan Luis Vassallo Parodi (“Santísima Virgen de la Amargura” y “Cristo de la Expiración”), Valencia (“Cristo de la Buena Muerte”), Nicolás Prados López (“Nuestra Señora de las Angustias”), Ramón Cuadra Moreno (“Nuestra Señora de Gracia”), Bartolomé Alvarado Moreno (“Nuestra Señora de la Paz”), José María Palma Burgos (“Nuestra Señora del Amor”) y Doblas y Mazuelos (“María Santísima de los Dolores”, de la Cofradía del Cristo de la Expiración).

El “derroche” de arte sobre ruedas de las carrozas o de los tronos y palios que portan viriles costaleros son, asimismo, originales de gran parte de los escultores mencionados, predominando, en estas joyas de la talla de la madera, los estilos gótico y renacentista, con perfiles barrocos y policromados, de sabor clásico y de plata con incrustaciones de oro.

“Hosanna al Hijo de Dios”, “Amor”, “La Oración del Huerto”, “Esperanza”, “Desconsuelo”, “Caridad”, “El Presidente ha muerto”, “Miserere”, “Tristeza”, “La Expiración”, “Dolor y muerte”, “Las Angustias”, “Stábat Mater”, “Santo Entierro” y “Resurrexit”, son acertadas composiciones musicales de Victoriano García Alonso, Emilio Sánchez Plaza, Manuel A. Herrera Moya, Miguel Moreno, José María Franco Ribate, Victoriano García Hernández de Lersundi y Mosquera que realzan la belleza de los cortejos penitenciales y prestigian la delicadeza y destreza de sus autores, pues fueron concebidas en su día, en especiales circunstancias algunas, estudiando primero la exposición y motivo de cada imagen, así como la importancia litúrgica de cada uno de los días de la Semana Santa, en el marco incomparable de las calles de Úbeda, dado que sus monumentos, el color de sus piedras y su entalladura, se prestan en estos días al recogimiento del pueblo, cuando se reflejan con el misticismo de la música sagrada.

Ya hemos dicho que la Procesión General es única. Y es posible que haya aún quien desconozca que, para formar parte de este impresionante vía crucis, que consta de una longitud aproximada de dos kilómetros, y que tarda unas dos horas y media en recorrer la penitencial estación, son precisas quince cofradías, veinticinco pasos, cincuenta y una figuras, veinticinco tronos y algo más de seis mil nazarenos.

Dos cronistas oficiales de Úbeda ya desaparecidos, Marcos Hidalgo Sierra y Juan Pasquau Guerrero, cada uno en una época distinta, pero no muy distante entre sí, hablaron de este testimonio de arte, silencio, orden y suntuosidad en la que, ni aún admirándola siquiera con los ojos de aprobación, somos capaces de precisar hasta dónde es efectivo el sentimiento humano y qué es lo que puede sentir el corazón.

Comenzando con Hidalgo Sierra, este, con su verbo cálido y rima elegante, nos dice:

A todo el mundo su esplendor extraña.
Son piélagos de los sus tronos bellos.
Úbeda siempre demostró con ellos
que es la Procesión mejor de España.

El otro erudito, con su prosa exquisita, expresiva y portadora de valores humanos y grandes dones literarios, penetrantes hasta la profundidad del alma, Juan Pasquau, nazareno, ubetense, siempre en el recuerdo y ejemplo de cultura y de amor a su pueblo, de la Procesión General, en su revista Úbeda, nos dejó dicho: «La procesión general de la noche del Viernes Santo, en la que todas las cofradías y pasos acompañan al “Santo Entierro”, es la manifestación máxima ‑esplendor, devoción y emoción‑ de la Semana Santa de Úbeda. (…) Es un crisol maravilloso. En él se funden todas las emociones del Jueves y del Viernes Santo ubetenses…».

Otros hombres “de letras”, como es el caso del granadino Melchor Fernández Almagro, de las Reales Academias de la Historia y de la Lengua, en un bello artículo que titulara “Úbeda, ciudad de Semana Santa”, ya mediado el texto, escribía: «Me veo, en helado amanecer ‑iqué frío, Señor, en Úbeda!‑ y, sin embargo, amanecer muy cálido, llameante de fervorosas emociones, en brazos de mi madre, presenciando la procesión, desde un balcón al que también se habían asomado, en el curso de varias generaciones, mi abuelo y el abuelo de mi abuelo, para ver esa misma procesión del Señor, a la luz tenue, teñida de nazarenos matices: luz del violeta que había sido negro y tendía al rosa y blanco del alba. Penitentes, mujeres descalzas en cumplimiento de promesas, farolas mortecinas en torno a los pasos, unánime sensación luctuosa, ninguna vibración de fiesta en el aire ni en los ánimos. Una saeta me hirió, dulcemente, y recuerdo cuál fue: la consabida “Quién me presta una escalera…”. Jamás escalera alguna me ha llevado tan arriba».

Desde este momento, a partir de aquel título ‑“Úbeda, ciudad de Semana Santa”‑ para ese artículo en el que Melchor Fernández Almagro reconocía su ascendencia ubetense y su pasión por la Semana Santa del pueblo de su paternidad, la Semana Mayor de Úbeda quedó denominada así para el resto de nuestros días y de nuestra historia. Hermoso y adecuado apelativo que, no conformes los ubetenses a darlo a conocer a toda nuestra nacionalidad, este ha dado la vuelta al mundo y, de los países más exóticos y distantes, nos han llegado noticias del alcance de su difusión.

Teniendo en cuenta, como decimos, que la propaganda está hecha, estamos en la creencia de que aún pudiera mejorarse con arreglo al dictamen de los entendidos. Pues, entre algo más que pudiera existir fuera del alcance de la opinión general, no todo el mundo sabe que, desaparecidas las hermandades, quemadas y profanadas las imágenes y deshechos los tronos, también para combustible durante aquel adverso trienio, estas costumbres litúrgicas fueron renovadas con más vigor, después de 1939.

Nacidas entonces del recuerdo y del esfuerzo de los ubetenses, las cofradías y hermandades de Semana Santa se hicieron gremiales, agrupadas cada una dentro de un mismo ideal socio‑religioso, con la humanitaria tarea, piadosa y excepcional, de auxiliar a sus hermanos en la pobreza, en la enfermedad, en la muerte y en otros casos extremos que requieren del favor y de la piedad de estas asociaciones, definidas sobre todo por el amor a Cristo, a su Pasión y a Úbeda.

En una proeza de titanes, incluso, se han construido barriadas enteras de viviendas para dar morada a los necesitados. También asistencia religiosa y serias aportaciones económicas a Cáritas.

Por otro lado, el penitente de Úbeda, cuando viste la túnica de la cofradía, siente la llamada urgente, íntima, consoladora que le abstrae de lo mundano y le aloja en el espíritu; en las creencias inquebrantables de la fe católica. Nada para él es tan grato, en estos tiempos de diversidades y de indiferencias, que estar presente, con su túnica y con su Cristo, en la procesión de Semana Santa. Que nadie intente ‑no‑ persuadirle de lo contrario; pues, antes que todo, antes que su “causa” social, está su cofradía.

Declarada de interés nacional, la Semana Santa es aquí punto de reunión de miles de personas que “precisan” ver esta magnitud de fundamentos dogmáticos. El amor aquí es una fuente que no se agota, de conocimientos que han sido plasmados en la madera y en el tejido. Desde el Jesús de Jerusalén hasta el Cristo Resucitado, no caben en Úbeda ni los relativismos ni las ambigüedades. Es que aquí, en Úbeda, las palabras del Hijo de Dios, «El que no está conmigo, está contra mí», nos “comprometen” cada año más y más; de ahí la sistemática, la consecuente superación.

(28‑03‑1991)

 

almagromanuel@gmail.com

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