Por Dionisio Rodríguez Mejías.
5.- ¿Me había engañado Reyzábal?
Un destartalado puente de madera, cubierto por una capa de hielo, gruesa y transparente como el fondo de una garrafa, comunicaba la estación con el hotel. Cargados con los equipajes, recorrimos el puente hasta el final de la pasarela, en donde había un local grande y descuidado, a mano derecha, para guardar los palos y los esquíes. Al cargo del recinto, había un pintoresco personaje, al que los chicos conocían de años anteriores: Xavi. Entre risas y bromas, dejaron la parte más incómoda del equipo, y todos, en grupo, nos dirigimos a recepción. Allí nos esperaba el señor Roca, director del hotel, el maître y el resto de personal, todos muy educados y complacientes. También había un sereno andaluz, mayor y dicharachero con fama de bebedor, que siempre iba en compañía de dos enormes perros negros, que los chicos acariciaban como si fueran corderillos.