Carta por la muerte de mi padre

(Fernando Sánchez Cortés)

Querido papá:

Cuánto me gustaría tener el estro poético de nuestro comprovinciano Jorge Manrique para poder elaborar una emotiva elegía relatando tu vida, como él lo hizo en Coplas por la muerte de su padre; o poseer la inspiración del romántico poeta Gustavo Adolfo Bécquer, para dejar bien plasmadas las gloriosas y/o sencillas hazañas de tu larga y productiva vida; pero como sólo poseo mi humilde prosa, quiero dejar reflejados algunos recuerdos, sentimientos y emociones que durante estos días me embargan.

Tu muerte, que se produjo el pasado 31 de agosto, a las siete de la tarde, ha sido un mazazo para todos nosotros, pues fue repentina: como el rayo que quiebra el añoso árbol de una tacada… Iba yo de viaje, cuando me avisaron de que te habías caído… Volví raudo para comprobar que yacías (ya sin vida) encima de tu amado lecho, aún caliente, cual si fueses a despertar en cualquier momento. Pero ya habías tomado el viaje sin retorno del que tanto habíamos hablado últimamente; ya que siempre le pedías al Señor que fuese lo más rápido e indoloro posible, tanto para ti como para tus seres más queridos, pues no querías molestar con una hipotética larga enfermedad de dolor y padecimiento… Y parece que tu Virgen de las Angustias ha intercedido por ti, ante el Dios misericordioso, para que ese tránsito lo hicieses rápidamente, aunque tus familiares más íntimos sufriésemos su cruel impacto…

A tus noventa y un años, tenías tu humor característico, pues, según me decías, últimamente todo te lo estabas tomando a guasa para no estar triste y lloroso, por los acontecimientos que oías o veías en la televisión o los síntomas que notabas en tu propio cuerpo o devenir diario. ¡Cuántos dichos, chistes y retahílas tenías metidas en tu inagotable memoria, que sabía mucho de lo de antaño y era olvidadiza en lo próximo y cercano!; memoria que mostrabas a todos cuantos llegábamos a visitarte, especialmente a mamá, durante esas largas noches y madrugadas en la que tanto charlabais; y que tantos años ha compartido contigo tu larga y fructífera existencia (algo más de sesenta y siete de casados, más siete de noviazgo).

Fuiste el genuino poeta de ambas familias, Sánchez Cortés y Resa Jiménez; el verdadero escritor que, a pesar de haber aprendido únicamente las cuatro reglas en tu lejana infancia, tenías esa memoria prodigiosa que sabía plasmar (y rememorar) todo lo que habías vivido, tan intensamente, en tu infancia, adolescencia y adultez, tan interesantes. Desde tu temprana jubilación (a los sesenta años), siempre estabas haciendo trabajos manuales, especialmente rosarios, que todavía tienes expuestos en la rosariera de tu piso de la calle Cava, adonde familiares, particulares, periodistas y medios de comunicación hemos peregrinado para visitarla e incluso hacerte varios reportajes, quedando todos admirados de tus prodigiosas manos y de tu talento artesanal (“Rosarios artesanos ubetenses para Benin”. Revista Ibiut, n.º 173).

Cuántas anécdotas me has contado de tu extensa y aventurera familia Sánchez Cortés (de tus padres, abuelos, hermanos, tíos, sobrinos…), que aún resuenan en mi memoria cual bálsamo consolador; y que podrían constituir varios e interesantes libros, además de las dos ediciones del que publicaste con tanto empeño: Relatos y vivencias.

Eras mi más preciado lector, pues has estado leyendo continuamente todo cuanto caía en tus manos de mi sencilla cosecha literaria, ya que, nada más llegar yo a tu casa y darte alguno de mis artículos, los leías inmediatamente, con fruición desesperada.

Contigo ha caído el último bastión que quedaba de los Sánchez Cortés. Has dejado de ser el cofrade número uno de tu amada Cofradía Nuestra Señora de Las Angustias y Descendimiento de Cristo, que has ostentado durante tanto tiempo; así como de Cronista oficial de la Cofradía para ejercerlos en la corte celestial…

Has cambiado esas vistas de amaneceres de postal que gozabas en la calle Cava, frente a tu broncíneo amigo, Antonio Parra Cabrera, por gloriosos y ventosos atardeceres baezanos, en tu alto nicho del bloque P (de poniente), en el cementerio de San Ginés de Úbeda.

¡Cuántas veces referías lo bien que te encontrabas en tu fresco y amplio piso de la Cava, remarcando que estabas veraneando (allí) mejor que si estuvieses en San Sebastián…!

Un cuadro inefable e inolvidable fue verte portado a hombros (en el cementerio) por tus queridos nietos y biznietos, quienes hicieron el recorrido paseándote, desde la entrada hasta tu nicho, cual si llevasen a un santo en volandas…

¡Ya se acabaron tus cumpleaños en la Tierra…! Ya solamente nos quedan tus aniversarios u onomásticas en la memoria y en la página web Safa: artículo 1 y artículo 2.

Has estado más de veinte años vendiendo en los mercadillos de toda la provincia y parte de Andalucía, con tus amadas clientas, a las que cariñosamente llamabas «mariquitas»; y otros muchos domingos y festivos, siendo el hombre de los domingos de la aldea de Santa Eulalia.

La película de tu vida, rauda, me viene a la memoria: nacido en una familia pobre pero honrada, con numerosa prole; ya desde pequeño ejerciste de seise y monaguillo en El Salvador; luego, trabajaste de albardonero, para reciclarte después en vendedor al por mayor, durante más de cuarenta años, en Casa Biedma. Mientras tanto, laboraste tu feliz y persistente noviazgo, con el auténtico amor de tu vida: mamá, que tan bien te ha sabido querer y comprender… Y, entre medias, serviste a la patria de entonces, haciendo tu mili en veterinaria, en Valencia, Zaragoza y Los Pirineos… Y, ya en tu largo y feliz período de jubilado (más de treinta y un años), has estado ejerciendo diariamente esa afición artesanal que te ha dado tanta vida: la realización de cientos de rosarios de todo tipo, especialmente de «Huesitos de Jaén», como le llamabas a los huesos de aceituna de nuestra tierra; además de enseñar tu “rosariera” a cualquier visitante de tu hogar, donde se siguen exponiendo cientos de rosarios, especialmente de huesos de aceituna, aunque los hay de nueces, ciruelas, albaricoques, cerezas, almeces, acebuches, almendras, perlas de bisutería, avellanas cordobesas, garbanzos, alubias…, todos confeccionados artesanalmente; y ya, últimamente, has estado elaborando cuadros religiosos, adornados de conchas de almejas o caracoles, hasta el final de tu vida.

Todo ello, sin olvidar tus dorados años de jubilado en el Hogar del Pensionista de Úbeda, viajando y cantando por muchos pueblos de la provincia y de Andalucía, alegrando a otros ancianos su monótona y/o triste vida. Tus muchos viajes con el Imserso, te permitieron recuperar el tiempo perdido de tu afición por viajar, que tan bien has sabido transmitirnos a tus hijos, nietos y biznietos… Allí, en el Hogar del Pensionista, formabas un grupo en el que tú solamente eras el varón: “Las espigadoras”. Eras chistoso, aunque tímido en tu infancia y juventud, pero a la vejez quisiste soltarte el pelo mostrándote poeta y rapsoda, en cualquier evento pensionista o viaje de la tercera edad… Últimamente, llevabas unos años ejerciendo de pinche cocinero, regador de macetas (como repetías machaconamente, imitando a mamá: «Es que están sequitas…») y de ayudante imprescindible en la colada semanal, hiciese el tiempo que hiciese; además de lector empedernido y escritor (a lápiz) de tus múltiples recuerdos u ocurrencias…

Papá, te nos has ido para siempre, siendo un voluminoso libro viviente que nos sorprendías con tu sabiduría y proverbial memoria. Eras una persona de palabra (a carta cabal), chistoso y simpático, siempre honrado y muy amado por todos tus familiares, amigos, compañeros y vecinos, que siempre te echarán de menos. Y además, ejercías de educado caballero; como decía (llorando) tu sobrina Pepi Rojas ante tu féretro, pues dejaste que la muerte se llevase (antes que a ti) a tus dos hermanas mayores, Mariana y María, porque, según tú, eran señoras (y mayores que tú); pronosticando siempre que te morirías después que ellas y antes que tu esposa, como tanto le repetías a ella: «Manuela, no te preocupes, que yo me voy antes que tú de este barrio, pues estoy ya con un pie dentro y otro fuera…».

Con tu genio característico, no te arredrabas en reconvenir a biznietos, nietos, mujer o hijos, por cualquier detalle que a ti te pareciese importante, pues te gustaba siempre decir la verdad (“tu verdad…”).

Ya gozarás del descanso eterno mientras aquí, en este valle de lágrimas, quedamos deudos y amigos sin tu presencia física, aunque no te olvidaremos jamás, pues tu interesante vida nos ha dejado honda huella; como la que has marcado en tus dos biznietos más pequeños: Ana Rosique, que, en su inocente y cándida infancia, le decía a su madre (ante la afirmación de que tú ya estabas en el Cielo): «¿Y cómo lo han lanzado allí…?»; y la respuesta de su hermano menor (Javi) fue tanto o más sincera e ingeniosa: «¡Qué bien, el abuelito vivirá al lado de las estrellas…!».

Tu pertinaz deseo de hacer un rosario humano en Úbeda lo vas a ver cumplido seguramente en el Cielo… ¡Mira qué casualidad!: has regalado el último rosario a Rodrigo, el nieto de tu cuñado Antonio Resa Jiménez, que falleció dos días antes que tú; y al igual que mucha gente, que me voy encontrando por la calle, te recuerda como persona buena, afable y dadivosa, y por ese rosario que le regalaste que, como oro en paño, guardan en casa. ¡Si han rezado tantos rosarios como has regalado, seguramente, serás el campeón del Cielo…!

Cuando veo el programa “Saber y ganar” (que tanto te gustaba…) o mientras meto la llave y entro a tu piso, creo que voy a encontrarte sentado en tu sillón del salón, elaborando tus sempiternos rosarios u observando a tu nuevo amigo Antonio Parra Cabrera, en su pedestal airoso, viendo deambular a la caterva de gente que sube, baja o permanece en su ajetreado jardín, cual si estuvieses viendo cine en vivo y en directo; sin tener que desplazarte a los multicines de Carrefour o a la Plaza de Toros, abierta (precisamente) este pasado mes de agosto.

Eras poeta y rapsoda, con una memoria portentosa; habiendo sido articulista asiduo, durante bastante tiempo, de retratos costumbristas de nuestra ciudad de antaño, en el periódico semanal Úbeda Información… Últimamente, siempre le recitabas, a quien llegase a tu casa, alguna de tus muchas poesías salidas de tu propio caletre (“Guadalquivir”, “A mi esposa”; o las muchas dedicadas a tus hijos, nietos y biznietos…) o memorizadas de otros insignes poetas (Bécquer, tu adorado Gabriel y Galán…); y todo el mundo quedaba sorprendido del talento, la pasión y la sabiduría con que las recitabas…

¡Papá, te vamos a echar mucho de menos, porque nos has dejado huérfanos de tu sabiduría y cariño…! Yo, especialmente hoy, cuando en estos momentos está lloviendo mansamente en Úbeda, tengo todo mi pensamiento en ti…!

Úbeda, 17 de septiembre de 2014.

 

fsresa@gmail.com

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