Acabamos de asistir a tu despedida religiosa mediante una misa en la capilla del tanatorio de San Miguel de Úbeda… Y allí me ha aflorado el fatal aldabonazo que sentí al comunicarme tu hija Pepi (M.ª José) tu súbito final, por lo que no he parado de recordar retazos entrañables de tu larga vida, que me gustaría anotar para público conocimiento…
Todos los humanos sabemos que cuando nacemos, y tras un período más o menos largo e intenso de vida, hemos de partir hacia la otra orilla, al encuentro de nuestros seres más queridos… No obstante, se nos hace difícil (y a mí particularmente), el que tú, mi querido tito Antonio, el único hermano de mi madre que aún vivía (pues Miguel se nos fue para siempre hace ya siete años), te hayas marchado casi de puntillas, siendo una persona tan vitalista y optimista, tan seguro de ti mismo y de lo que tenías que hacer en todo momento, que parece imposible que ya no estés entre nosotros…
Fue el pasado 29 de agosto, viernes, a las tres de la madrugada, cuando falleciste, mansa y tiernamente, apenas sin enterarte, en los brazos de tu querida esposa Prudencia, el amor de tu vida, con la que has compartido todo: plácida vida conyugal; paternidad responsable; crianza de vuestros amados hijos Antonio y Pepi (María José); duro trabajo agrícola y ganadero; múltiples obras y remodelaciones de tus diferentes residencias, que tanto te gustaba emprender…; pues, además, eras un albañil consumado, siendo a su vez peón, oficial y maestro de obras; y que hasta última hora has estado ejerciendo, con la oposición de toda tu familia íntima, pues con tus dos caderas de titanio no era procedente el hacerlo… Y es que siempre has sido sumamente valiente y atrevido: ya desde pequeño, ayudando en las duras tareas agrícolas y ganaderas en la huerta de la Fuente del Cuerno (o de las Monjas), que se encontraba en los aledaños del actual Carrefour; y después, durante nuestra incivil guerra (1936-39), en la huerta Rompérez, incluso presenciando allí, de niño, el hecho luctuoso de la muerte de tu tío materno Juan…
Mas tú siempre has sido optimista, tanto en la mili que hiciste en el Campo de Gibraltar como durante el noviazgo y casamiento con la tita Prudencia, y en el continuo trajinar con esas dos vacas que recibiste de herencia de tus padres, como medio de vida, para ir labrándote un futuro; y que tú y tu querido hermano Miguel, con el que tan unido estabas formando tan buen tándem, supisteis multiplicar como el milagro de Jesús con los panes y los peces, consiguiendo tener una afamada vaquería, la de Los hermanos «Resa Jiménez», que surtía de excelente leche a buena parte de vecinos de Úbeda (de todos los estamentos sociales); y a los que se os conocía por vuestra sensatez, puntualidad y solvencia: erais, en definitiva, hombres de palabra y a carta cabal… Nunca olvidaré el susto que pasamos todos, cuando te coceó un caballo en la cuadra…
Siempre sencillo en tu vivir, supiste ir labrando tu futuro a base de esfuerzo y tesón diarios, sin vacaciones que endulzaran el duro trabajo cotidiano. ¡Cuántas noches tuviste que velar, porque cualquier vaca estuviera de parto…! ¡Cuantas idas y venidas al campo ubetense (a la villa arriba o a la villa abajo), para buscar yerba y forraje gratuito para tus amadas vacas y animales, pues el pienso era caro y descompensaba vuestro presupuesto! ¡Cuántas recogidas de aceituna con esas bestias de labor que tan bien dominabas! Siempre pendiente de toda tu familia, incluyendo a tus padres, a los que tanto quisiste y agradeciste porque, en su pobreza, hiciesen lo máximo para tu crianza y desarrollo… Siempre has sido agradecido, siempre careciendo de todo y no añorando nada. Siempre ansioso por aprender; por eso, desde bien pequeño, trabajabas y ayudabas en la huerta y en las labores ganaderas; y, al no tener tiempo, tuviste que aprender a leer y escribir (las cuatro reglas, como se le llamaba entonces) nocturnamente, al igual que tu hermano Miguel, para no quedarte atrás en lo imprescindible y sin abandonar tu ocupación laboral. Con el ahorro y el duro trabajo diario por montera, que has practicado durante toda tu vida, fuiste haciéndote un patrimonio urbano y agrícola que tanto te gustaba visitar con tu coche, incluso hasta hace poco tiempo, pues has estado conduciendo muchos años. En él, era donde mejor te encontrabas últimamente, pues, como decías, te transportabas mejor y no te cansabas; lo mismo hacías con tu esposa e hija, llevándolas a bancos, grandes almacenes o a cualquier recado, con el fin de agradar y pasar estos últimos años sintiéndote útil y necesario. Eras el clásico hombre español hecho a sí mismo… No sabías estarte quieto y empotronado en un sillón; y, aún menos, irte de bares o tertulias, pues era un mundo que tú nunca habías mamado ni frecuentado…
Era tal tu fe en ti mismo y tu valentía y confianza en curarte, que no dudabas un instante en confiar en que la medicina o la cirugía solucionasen todos tus problemas físicos: como los huesos de tus dos caderas e incluso el músculo del corazón, el que últimamente te estaba dando serios avisos, por lo que estabas dispuesto a operarte, a tus 87 años, para que te quitasen la opresión del pecho que sentías y poder seguir haciendo tu plácida vida cotidiana…
Tanto es así que, a tu nieto Rodrigo, ya le habías encargado que fuese preparando la documentación pertinente para renovarte tu carné de conducir, que caducaba en septiembre, pues no te querías quedar sin tus paseos diarios por Úbeda y tus haciendas olivareras. Aunque, a la que más predilección le tenías, era a una finca que compraste más allá de Torreperogil y de la que te sentías más orgulloso; por eso, habías dejado dicho que esparciesen tus cenizas sobre esa tierra de labor, que tanto trabajaste y sudaste, para que se mezclase con ella y fueses parte de su tierra fértil, a la que te encontrabas tan unido, como pez en el agua. ¡Ahora ya lo has conseguido, tito!: eres tierra de tu tierra…
Tu voluntaria incineración (que nos sorprendió a todos ‑excepto a tus familiares más íntimos‑, pues no querías que los gusanos se diesen contigo un festín), se produjo al término de la misa católica de las 10 h, del sábado 30 de agosto; y allí nos encontramos deudos y amigos, asistiendo a este insólito rito funerario. Tus cenizas reposarán también en un pequeño nicho del columbario del primer patio antiguo de San Ginés y en algún recóndito lugar más cercano…, con el fin de que tu familia más íntima te tenga próximamente ubicado para hacer las visitas que crea pertinentes…
¡Descansa en paz, Antonio Resa Jiménez!, digno baluarte de tu amada familia, sabiendo que has dejado el listón muy alto con tu ejemplar y sencilla vida, siempre libre de alharacas, aunque no exenta de alegría y jolgorio; pues también sabías, desde bien joven, divertirte sanamente, bailando con tu querida esposa en cualquier fiesta o evento que se te brindase… No hay más que recordar vuestras bodas de oro, que celebramos ‑tan ricamente‑ el 25 de marzo de 2006, en el hotel Ciudad de Úbeda… Solamente no te he visto bailar hace unos días, cuando celebrábamos el ochenta aniversario de tu esposa, la tita Prudencia, en la que permaneciste sentado en tu sillón, disfrutando de la fiesta que tu nieta Laura e hija Pepi (M.ª José) le montaron;y donde la tuna nos sorprendió a todos con sus alegres melodías, especialmente a tu esposa, que no la esperaba y siempre había sido su mayor ilusión…
Has sido poco amigo de quejarte de los dolores físicos o psíquicos, ni de las durezas y sinsabores de la vida. Siempre decías que estabas bien y no dejabas que nadie se quedase a pasar malas noches de guardia por ti, cuando últimamente estuviste ingresado en la residencia de San Juan de la Cruz.
Tito Antonio, descansa en paz. Seguro que ya te habrán recibido, con los brazos abiertos, tus padres Antonio y Josefa, y tu hermano Miguel, que se te adelantaron en ese seguro viaje que todos habremos de emprender algún día… Ten en cuenta que tu bondad, tu constancia en el trabajo, el amor a tu familia, tu sincera y desinteresada amistad, tu buen fondo de persona sana… han dejado honda huella en todos nosotros (familiares, convecinos y amigos; hasta tu pequeño bisnieto Rodrigo pregunta dónde está el abuelito); y que habrán sido tu especial carta de presentación para el cielo, en donde ya gozarás del descanso eterno. Así te recordaremos siempre en la Tierra, los que de cerca te conocimos.
¡Hasta siempre, tito Antonio! ¡Cuánto hemos sentido tu insustituible pérdida!
Úbeda, 30 de agosto de 2014.