Soy de ver la televisión en su menos que justa medida.
Puede que no se me crea por lo que abajo desarrollaré, pero en realidad verla o estar pendiente de un programa concreto se me puede contar con los dedos de una mano. Otra cosa es que, compartiendo habitación en ciertos horarios con quienes de mi familia sí la ven más (o más están pendientes de la programación), me vaya enterando algo de lo que se asoma a la plana pantalla.
La múltiple oferta que iba a suponer la entrada de las cadenas privadas, y no menos todavía cuando se implantase la TDT, supondría un enriquecimiento de ocio y cultura para la ciudadanía enorme, lejos ya de las obsoletas y únicas Primera y Segunda cadenas.