La música instrumental (Canon de Pachelbel; Jesus bleibet meine freude, Cantata 147 de J. S. Bach; Ave María de Schubert; Air de Bach; Adagio de Albinoni; y Marcha Nupcial de Mendelssohn) fue el dulce y delicado ungüento musical que necesitaba ese himeneo para coger su excelso brillo litúrgico, enriquecido ‑además‑ por escogidas lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento; así como por el impactante rito del matrimonio (con sus anillos y sus arras); los originales ruegos de los fieles y las estudiadas ofrendas; juntamente con la predicación del sacerdote oficiante, consiguieron que los sentimientos y emociones pulularan por todo el espacio vital de la iglesia, y por las mentes de todos los presentes, elevando una oración al Altísimo que había hecho posible tal unión; cual si todos estuviésemos en el mismísimo Cielo, junto a Dios, asistiendo a una celebración especial… Y, en verdad, que para mí ‑y para muchos de los asistentes‑ así lo fue, pues las sentidas y sinceras palabras ‑de memoria‑ de la novia hicieron honda huella en nuestros corazones…Cuando una amiga de la novia quiso echar una singular foto de familia, durante la prédica, la mirada‑regaño del cura la paralizó… Novios y padrinos comulgaron con las dos especies (pan y vino)…
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