Fantasmas bis

Dijeron al inicio del otoño que este sería un invierno algo seco… Sí, sí… Profetas.

Llenos estamos de profetas, disfrazados de “técnicos o peritos” en ciertas materias, que demuestran que no dan ni una, porque sus vaticinios fueron del todo erróneos. Pero nosotros, los legos, no los podíamos, no los debíamos poner en cuestión, si no entendíamos de tales asuntos… Y verdad es que, en muchas cuestiones, lo hemos hecho: hemos callado por modestia o por insolvencia. Lo cual no ha hecho que todo lo vertido por los “sabios” haya sido correcto: se haya cumplido. Más bien lo contrario.

Yo, me confieso, me las he dado de profeta en variadas ocasiones y, a veces, hasta no me he equivocado en mis pronósticos. No siempre, claro. Porque partía, más que del estudio de los hechos y de su análisis ponderado, de una malsana intuición y más que malsana mente, perversa y tendenciosa. Sí. O de cierta cualidad. Me explico.

«En ocasiones, veo muertos», decía un niño en una peli famosa. Bueno, tanto como así, no; pero sí tengo sueños que luego se manifiestan en coincidencias de la vida real y me da por pensar que no pueden ser casuales. He aquí un ejemplillo cercano que me aconteció hace apenas un mes.

En sueños, me vino el recuerdo de una familia radicada en Úbeda (él era nacido allí y vecino) de la que había tenido la alegría de ser maestro de una hija, con la que coincidía muchas veces en las calles ubetenses. Recuerdo, porque precisamente el sueño me decía que hacía tiempo que no veía a esas personas. Yo me encontraba entonces, por circunstancias familiares, en otra localidad que no era Úbeda. Bueno, que me fui a la calle aquella mañana dando un paseo con mi costilla, más para churretear centros comerciales que para algo aprovechable, cuando saliendo de uno de ellos, por la explanada, oigo que alguien me llama… Al volverme, me encontré que quien eso hacía no era ni más ni menos que la madre de aquella niña a la que yo había dado clase y de la que, en sueños, acababa aquella noche de recordar… Sí, era ella, y por ella me enteré de que esa familia se encontraba ahora viviendo en esta otra localidad (por eso yo la echaba de menos, claro). Me alegré ‑¿se duda?‑ un montón de aquel encuentro.

Luego se lo comenté a mi mujer: lo del sueño y la coincidencia. Y no supimos darle una explicación lógica, razonable.

Profecías, visiones, predicciones fallidas, engaños de videncias y falsedades.

A lo que se acoge el alma cuando todo se cae y se destroza, cuando los canales de acción y de confianza terminan enlodados, cegados. A lo extraordinario del milagro. La amarra humana de la desesperación a la que se agarran los náufragos de la vida y de la que se aprovechan los que no tienen escrúpulos. Y así es de admirar la de gente que todavía se acoge a estos remedios, cuando la razón lógica les niega valor y eficacia. Pero a veces la tienen, aunque más de ellas son meras estafas.

Hay cosas que todavía no se entienden, no se conocen apenas, se vislumbran o intuyen (creo que se debe dar más credibilidad al poder intuitivo, una variante más de la inteligencia) y a las que todavía no tenemos acceso, llamémosle “industrial”. No tenemos los medios para conocerlas bien, para analizarlas, desarrollarlas y explotarlas adecuadamente; no tenemos los instrumentos necesarios, todavía, pero no se pueden negar, así por las bravas, porque nos son incomprensibles.

Se sabe que estudios los hay y experimentaciones más o menos secretas y con malas intenciones las más (creo que había por ahí una película titulada “El hombre que miraba a los ojos a las cabras”, o algo así, acerca del poder que trasmite la mente). Y ejemplo histórico lo tenemos en el hipnotismo, facultad de sugestión que es aplicable y hasta aprovechable, pero bajo ciertas condiciones de aplicación; ni todo el mundo sabe hipnotizar, ni todo el mundo es hipnotizable.

¿Adónde voy a parar con esta perorata? A declarar aquello tan manido de «Sólo sé que no sé nada»; pero que ello no significa que no pueda opinar de nada, dada la constatación de los errores cometidos por los que se dicen saber tanto. Pues, ahora, la moda declarada es decir que nadie sabía nada de nada; así que, todo lo que pasaba y pasa en nuestro país le era incomprensible y, sin embargo, daban normas, reglas, conciertos y órdenes (y sobre todo cobraban) como si fuesen los únicos que lo comprendieron o ahora lo comprenden.

Fantasmas.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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