30 prosas de amor, 09

06-07-2012.
Le temíamos a los días de la luna como a una vara verde, como a un fantasma épico; el lunes madrugaba contra todos los pronósticos y, sobre todo, contra nosotros mismos; siempre cabal e incansable, el despertador nos despuntaba el primer harapo; hasta que nos tirábamos al coleto la guindilla de la tasca pepillo, flamenquín en el regio, otro lunes de rayos, mientras en la helada plaza se nos ponían los vellos de punta… y luego aquel espejo con las ojeras rotas.

Nosotros devoramos la pereza de la alhambra con nuestro desayuno alzahara, la prensa, un cigarrillo, y el café masticado y, a veces, maldecido por las primeras horas que siempre devolvían el diente por el ojo, como un piano de cuerda y cascabel, luna lunera en nosotros camuflada; también el mercadona nos gastaba putadas y nos daba la luna su cara de sombrilla, se nos aguaba el día, tan lechal y tan borde, que a veces parecía aumentarnos toda la mala uva que nos parió la madre.
Y cada lunes la luna nos miraba el espejo y la memoria, y el cristal inocente devolvía un enjambre de abejas que zumbaban nuestra oblicua cabeza; entonces nos reíamos por primera vez y, a botepronto, me besabas gozosa mi flequillo, sinceramente limpia, y te mordía las ingles como una sandía de verano, sorbiendo el jugo todo de todos tus calambres; pero la luna, tarde o temprano, nos picaba con su flaco colmillo, y luego presumías de tu cuerpo moreno y de cincel, envidia en las vecinas.
Se nos olvidó el recuerdo, la dulce dulzura y aquel mirar de los tajos de fátima; la luna zarandea, te empuja y me resbala, nos baila un tango frío; la muy cabrona luna de todos los otoños qué bien que se reía, a veces de nosotros; otro tirón de orejas, semanas por delante, la manta sobre el suelo rural de las armillas, aquel cerezo cómplice de primeras caricias, nuestra abulia en ascenso, tu hueco en mi cabeza… y, siempre ‑cada noche‑, la torre de la vela nos dejaba su sueño mal dormido.
 
donrafael@andaluciajunta.es

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