Por Dionisio Rodríguez Mejías.
¿Habéis observado la cantidad de tonterías que se dicen, en nombre de la cultura y el progreso? Al “gili-progre” le encanta utilizar palabras que, aunque no digan nada, suenen bien. Por ejemplo, defienden el derecho a un trabajo de “calidad” y a un salario “justo”. ¿Quién puede negarse a una solicitud tan razonable? Pero, cuando te paras a pensar, surgen las dudas. ¿Qué es un trabajo de calidad? El que barre un taller, ¿tiene un trabajo de calidad? ¿Y los que trabajan en un restaurante, sábados y festivos? ¿Y los repartidores de pizzas? ¿Y los policías? ¿Y los médicos que se pasan setenta y dos horas de guardia? Y a nadie se le ocurriría prescindir de estas profesiones tan dignas siempre que se hagan con atención y diligencia. ¿O no? Luego viene lo del salario “justo”. ¿Dónde empieza la justicia o la injusticia de los salarios?