Por Abel Sola Sánchez.
¡Qué gran sorpresa y alegría me llevé esta mañana! Eran casi la nueve y vi aparecer a mi abuelito Fernando, que venía con una carpeta en la mano, pidiéndole permiso al portero para acercarse a mi fila y a mi maestro, para decirles que venía a contarnos dos cuentos a mí y a todos mis “compis”. Yo no tuve más remedio que darle dos besos. También lo agarré de la mano fuertemente, no sea que se me fuese a escapar, y cuando tocó la música de entrada, Fernando, mi maestro, dio dos palmadas para avisarnos que debíamos empezar a caminar en fila india hacia nuestra clase. Yo lo hice más contento que unas pascuas.