Por Fernando Sánchez Resa.
En una tarde atípica de un viernes de junio, mientras la lluvia y el fresco no acababan de disiparse, partimos (mi esposa y yo) de Sevilla rumbo a los Cerros de Úbeda, pues al día siguiente (a las 12:45 h) teníamos una cita ineludible y esperada en su iglesia de San Isidoro. Se iban a casar Mari Carmen Murciano Calles (la hija de nuestros amigos Mari Carmen y Práxedes) con su gran amor, Javier Ruiz del Valle, y no queríamos ni debíamos faltar. Hacía ya bastante tiempo que habíamos recibido su graciosa invitación y nos habíamos comprometido a asistir.
Y llegó el sábado, 9 de junio de 2018, con un amanecer nublado y frío, aunque con dejos de sol y nubes que irían alternándose durante todo el día, pues quisieron ser testigos directos de ambas celebraciones: religiosa y festiva, en el hotel Ciudad de Úbeda.
En la parte baja del Claro de San Isidoro se oyen risas y voces, poco antes de la hora fijada, ya que muchos invitados andan expectantes por la llegada del apuesto novio y de la guapa y radiante novia. Bastantes, optan por ir cogiendo asiento en la iglesia; otros, especialmente los más jóvenes, no quieren perderse el momento estelar en el que Javi acuda del brazo de su amada madre y, sobre todo, que Mari Carmen se presente lo más puntualmente posible del brazo de su querido padre para hacer la entrada triunfal en el templo. Cuando ella lo hace, es saludada por todos los asistentes con una cerrada ovación. La iglesia anda repleta de gente guapa y bien humorada que ha venido ataviada con sus más novedosas galas, destacando la variada colección de sombreritos y modelos femeninos, especialmente, que dan un colorido especial a la parroquia más rica de Úbeda, haciendo cierto el proverbio popular: “De San Isidoro, el oro…”.
Toda ella anda iluminada y festivamente engalanada con ramos de níveas flores, tanto en los bancos como en el altar, mientras alberga, en el lado izquierdo de su cruz latina, una piedra angular de su celebración: la Camerata Boehm, compuesta por tres avezados músicos locales, que van a amenizar esta unión matrimonial (sin misa) que los novios han preparado concienzudamente. Se van produciendo lecturas, peticiones y la prédica del docto sacerdote don Jesús García Ramos (que, como él mismo remarca, está allí solo como testigo sagrado) y todas ellas giran en torno al amor, haciendo éste un repaso exhaustivo de su significado para que sea auténtico, en cuanto al perdón, la entrega y el mutuo pensar de ambos contrayentes y las diversas etapas de la vida conyugal por las que irán transitando, mientras comenta fehacientemente la Carta de San Pablo a los Corintios 13:1: “Si no tengo amor, no soy nada…”.
Cuando hizo su entrada triunfal el novio con la madrina, sonó “El padrino” (tema de amor); cuando caminan la novia y el padrino hacia el altar mayor, son las alegres notas de “La vida es Bella” las que inundan de alegría a corazones y almas. Y, entre medias de las lecturas, es el afamado “Adagio Albinoni” el que dejará a todos anonadados de melancolía.
Desde el principio no cejan en su empeño (el fotógrafo oficial y algunos aficionados), pues no quieren que se les escape ningún momento sublime de esta celebración, que transcurre toda ella (curiosamente) con las manos de los novios entrelazadas permanentemente. Lo que es destacado por el sacerdote (que hace mención de ello) sirviéndole como buen augurio para predecir que su amor será largo y profundo…
Aún más exquisita música e interpretación seguirá regalando Camerata Boehm durante el rito del matrimonio, con doble elección: “The Breaking of the Fellowship” (B.S.O. El Señor de los Anillos) y/o “Meditación de Thais”, mientras los novios andan en una nube por la que todo recién casado ha pasado sin remisión.
Las estudiadas peticiones del ofertorio son amenizadas con el famoso “Canon Pachebel”; mientras la paz se henchirá de luz con “Dúo de Flores”, a la vez que la comunión-acción de gracias será plena con el “Ave María de Gounod”, que eriza la piel de los asistentes.
Llegada la hora de las firmas en la sacristía, es tanto el público que quiere felicitar a los novios, que se demora un buen rato. A su salida, ya podemos decir todos, como se decía de los Reyes Católicos: “Tanto monta… monta tanto…, Mari Carmen como Javi…”.
Plenamente felices todos, especialmente los contrayentes por ser marido y mujer legalizados, suena el “Himno Champions” a su salida del templo, mientras se ha escuchado “Up” durante las firmas de los novios. Y la mayoría del los invitados, excepto unos pocos privilegiados, han salido a la calle para esperar a los novios y lanzarles flores, aplausos y vítores, así como ofrecerles un par de cervezas, para que sus gaznates no estén secos Desde luego, no hay nada mejor en la vida que tener buenos amigos para que estén en todos los detalles. Y allí, bajo la puerta gótica del templo cristiano, se volverán a repetir escenas de alegría, buen humor y felicitaciones a raudales por y para los flamantes recién casados.
Tanto antes de la boda, como después (y también en el propio banquete), se producirán muchos y variados encuentros de amigos, familiares o conocidos que aprovecharán esta especial ocasión para saludarse y hablar largo y tendido. Como dicen todos, “es mejor aprovechar estas celebraciones lúdicas y festivas para verse que no otras más necrológicas y deprimentes que, por desgracia, siempre se presentarán”.