Por Jesús López Román.
Profesor titular de Universidad.
7.4. El pogrom o matanza de Sevilla en el año 1391
Las predicaciones del converso Juan de Valladolid habían calado profundamente en otro personaje que deseaba acabar radicalmente con el problema. Nos referimos a Ferrand Martínez, arcediano de Écija e importante alto cargo en el cabildo de la catedral de Sevilla.
Durante estos años de animadversión generalizada contra los judíos, el mencionado clérigo mantuvo su particular campaña a través de inflamadas prédicas, basadas en las clásicas calumnias y fabulaciones creadas en torno a ellos. Proponía, en sus enfervorizadas alocuciones, destruir las sinagogas y obligar al confinamiento de los israelitas en su propio barrio, aislándolos, en el mayor grado posible, del resto de la población. El rey Juan I le amonestó, al principio, en tono moderado que sólo sirvió para envalentonarlo; pocos años después fue reconvenido, por el mismo monarca, con severidad; pero tampoco se amilanó y continuó realizando exaltados sermones contra los judíos. El arzobispo de Sevilla, Gómez Barroso, decidió intervenir de forma drástica y lo sometió a un proceso judicial.
En este estado de cosas, se produjeron dos acontecimientos que propiciaron un giro inesperado: en el verano y otoño del año 1390 murieron, respectivamente, el arzobispo citado y Juan I. Fue proclamado nuevo rey Enrique III, un niño de once años, tutelado por un consejo de regencia muy problemático y desunido, que tardó algo más de un año en constituirse. Es posible que el arcediano de Écija interpretara el cambio de situación como un conjunto de “señales providenciales”para realizar sus designios.
A comienzos del año 1391, se produjeron los primeros actos violentos en Sevilla, prolongándose durante varios meses, según se deduce de la crónica del canciller López de Ayala (1780, págs. 361 y 362). Estando las Cortes reunidas en Madrid, los judíos allí presentes manifestaron que habían recibido cartas de la aljama de la ciudad de Sevilla en las que se afirmaba que el arcediano de Écija, don Ferrand Martínez «predicaba por plaza contra los judios é que todo el pueblo estaba movido para ser contra ellos». Igualmente, los representantes hebreos que asistían a dichas Cortes explicaron, con alarma, cómo el pueblo entero de Sevilla se amotinó contra don Juan Alfonso, conde de Niebla, y contra el alguacil mayor, don Alvar Pérez de Guzmán, a los que estuvieron a punto de matar por defenderlos. La crónica a la que nos estamos refiriendo no proporciona la fecha de este último acontecimiento; sin embargo, otro autor nos dice que tal episodio de violencia tuvo lugar «el miércoles de ceniza, que cayó aquel año en 15 de marzo»(Amador de los Ríos, 1986, pág. 106).
Según la narración del canciller mencionado, los del consejo de regencia enviaron mensajeros con cartas del rey Enrique III a Sevilla, Córdoba y otros lugares que lograron sosegar los ánimos, al menos, momentáneamente. Poco tiempo después, se recrudecieron las violencias «é perdieronse por este levantamiento en este tiempo las aljamas de los judíos de Sevilla, é de Cordoba, é Burgos, é Toledo, é Logroño, é otras muchas del regno: é en Aragon, las de Barcelona, é Valencia, é otras muchas: é los que escaparon quedaron muy pobres, dando muy grandes dadivas a los señores por ser guardados de tan grand tribulacion»(López de Ayala, 1780, pág. 362).
El pogrom de Sevilla fue el primero en producirse; disponemos de tres fechas para situarlo en el tiempo. La primera establece el dramático suceso a lo largo del día 4 de junio del año 1391, de acuerdo con el contenido de una carta de Hasday Crescas dirigida a la comunidad judía de Avignon (Baer, 1981, pág. 384). La segunda lo sitúa «el 6 de junio que era martes»(Amador de los Ríos, 1986, pág. 106).
La tercera se constata en los Anales de Garci Sánchez, jurado de Sevilla: «El año de 1391, lunes y martes, cinco y seis del mes de junio, en Sevilla, se comenzó el robo de la judería de Sevilla, y tornaron algunos cristianos por fuerza, y en Córdoba se comenzó jueves y viernes, ocho y nueve días del dicho mes» (Carriazo, 1953, pág. 24). La fecha que aparece en estos Anales hay que considerarla con cautela, porque el propio autor mencionado matiza los datos ofrecidos en los mismos: «De su autor no he podido lograr hasta esta fecha noticias documentales, pero cabe esperarlas de una exploración metódica de nuestro magnífico Archivo Municipal». (Carriazo, 1953, pág. 6). No tenemos noticias de los resultados de esa pretendida exploración metódica.
Los mencionados Anales finalizan en el año 1469 y son, en realidad, una copia cuya «letra principal es de hacia 1600» (Carriazo, 1953, pág. 11). El mismo autor indica: «Es muy de advertir que casi todas las fechas más antiguas de estos Anales están equivocadas, lo mismo en este manuscrito seguido que en los otros dos» (Carriazo, 1953, pág. 15). Se trata, por lo tanto, de una fuente documental secundaria muy tardía y poco fiable en relación con el pogrom de 1391 en Sevilla y Córdoba. Como consecuencia de ello, sólo posee un valor de referencia muy limitado.
Intentaremos datar los mencionados acontecimientos de la forma más exacta posible, basándonos en la documentación existente y en determinadas inferencias lógicas.
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