Por Fernando Sánchez Resa.
Parece que fue ayer, Abel, cuando llegaste a nuestro mundo, todo tierno y desvalido. Estabas junto a tu madre, bien arropadito, y las lágrimas me brotaron espontáneas al ver que una nueva criaturita había llegado a nuestra familia y que tu abuela Luisa y tus bisabuelos José, Paquita y Fernando no podrían acariciarte, besarte y hacerte arrumacos, como les hubiera gustado…