“Los pinares de la sierra”, 92

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

10.- Un ataque de cuernos, mal disimulado.

Permanecí callado, dándole vueltas a lo que acababa de escuchar. Me parecía que un silencio era mucho más elocuente que cualquier reproche que le hubiera podido hacer en aquel momento. Al fin y al cabo era su trabajo, y yo no tenía ningún derecho a ironizar sobre el asunto. No obstante, ella adivinó mis preocupaciones y trató de suavizar la situación.

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