Por Dionisio Rodríguez Mejías.
3.- Un cliente desdeñoso.
Arrancó el autocar, y cuando ya me disponía a hablar de todo aquello que nos habían dicho en el cursillo, el señor Recasens, sin prestarme la menor atención, abrió “La Vanguardia” con aire distante y se puso a leer el periódico tranquilamente. Traté de ser amable, entablar una conversación entretenida y preguntarle si había podido aparcar con facilidad y si medía la distancia en tiempo o en kilómetros, pero él continuaba absorto en la lectura, como si no me viera, y no pude decirle que en ocasiones se tardaba más de dos horas en llegar a Castelldefels. Tras unos minutos sin saber qué decir y en un intento de iniciar una conversación, me armé de valor y pregunté: