Por Manuel Almagro Chinchilla.
Día 27 de julio, Cabezuela del Valle – Hervás, 34 km.
A las cuatro de la madrugada, nos despiertan rayos y truenos; retumban de forma impresionante, en todo el valle del Jerte. Estaba previsto salir de Cabezuela a las cinco de la mañana, pero desistimos y esperamos al amanecer para apreciar la realidad de la situación. No llevábamos chubasqueros ni impermeable alguno; quién lo iba a pensar en plena canícula. Demoramos la salida hasta esperar que abriera el comercio para comprar lienzo de plástico. Improvisamos una especie de sayón para cada uno; más bien parecían unos harapos que lo único que tenían bien definido era un agujero para meter la cabeza. Por fortuna, la tormenta era la típica de verano: pasajera. No hubo necesidad de usar tan peculiar invento, al menos en esta ocasión. Lo metimos en el macuto por lo que pudiera ocurrir.