Por Fernando Sánchez Resa.
DOMINGO, 16.
La vuelta a San Lorenzo de El Escorial fue continuada, con paradas periódicas para comer o descansar las piernas. Se palpaba un tráfico intenso pues era el cambio de quincena y una jornada punta en el tráfico rodado español…
Una vez instalados en las ciudad y en el mismo Hotel Florida, visitamos la feria del libro y compramos dos joyitas que tuvimos en nuestras manos cuando fuimos niños y adolescentes en la escuela primaria y bachillerato: Gaviotas de Antonio J. Onieva (libro de lecturas infantiles de la editorial Hijos de Santiago Rodríguez Burgos) y MÚSICA. Teoría de solfeo y canciones, que tuvo mi esposa como libro de texto en el antiguo bachillerato, de seis cursos y dos reválidas, en el instituto san Juan de la Cruz de Úbeda (Jaén). ¡Esa noche ya preveíamos dormir con calor pues se había acabado lo bueno…!
Explanada del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
LUNES, 17.
En este día la intensidad del tráfico disminuyó ostensiblemente. No obstante, al pasar por las proximidades de la capital de España, el tráfico rodado se incrementó. Por ello optamos coger las autopistas de pago (como hicimos al subir) para ir más tranquilos y relajados, aunque nos tuviésemos que rascar el bolsillo mediante la tarjeta de crédito.
Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción (Valdepeñas).
Como no escatimamos prendas, tuve la idea de entrar en la población de Valdepeñas, en lugar de hacerlo en cualquier área de servicio de la autovía del sur, para rememorar aquella estupenda comida que hicimos, hace unos años, mi hija mayor y yo, en un restaurante de su plaza mayor, extraordinario paraje donde luce esplendorosa, aunque estaba en obras, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. En aquel entonces fuimos buscando la visita al Centro de Interpretación del Cerro de las Cabezas, que es un yacimiento arqueológico de origen íbero-oretano, situado a unos 8 kilómetros al sur de esta ciudad. En esta ocasión quedamos extrañados pues sin ser, ninguno de los tres, personajes importantes, la plaza mayor y sus calles adyacentes estaban festivamente engalanadas…
Valdepeñas.
Arribamos a Úbeda a media tarde, con el sol aún enhiesto.
Tras esta inolvidable estancia en Asturias, mi dúctil memoria me trajo una de las primeras canciones que me enseñaron y aprendí gustosamente en la escuela de mi infancia; y que además es el himno de Asturias:
Asturias, Patria querida,
Asturias de mis amores;
¡quién estuviera en Asturias
en todas las ocasiones!
Tengo que subir al árbol,
tengo que coger la flor,
y dársela a mi morena
que la ponga en el balcón,
Que la ponga en el balcón,
que la deje de poner,
tengo que subir al árbol
y la flor he de coger.
Por todo ello hago firme promesa de volver a visitar esta bendita tierra pues su gente, su clima, su ambiente, su inagotable españolidad prenden en el corazón de cualquier turista o viajero, para siempre…
Úbeda, 18 de agosto de 2015.