100 artículos, 50 años (y 2)

Por Manuel Almagro Chinchilla.

Habrá sido difícil priorizar sólo cien publicaciones, pero enormemente enriquecedor repasar ese cúmulo de manifiestos que ocupan siete apretados tomos en los que el autor ofrece su punto de vista sobre distintos aspectos de toda la diversidad temática de la sociedad en la que nos movemos, destacando los esquemas costumbristas, históricos y biográficos. El libro ve la luz un año después de cumplirse el cincuentenario. No nos movieron las prisas en el manejo de ese ingente caudal de información y les puedo asegurar que hemos preferido seguir aquel conocido proverbio de Antonio Machado: «Despacito y buena letra. El hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas».

Pero, salvo lo imprescindible, no voy a ser ya muy pródigo en cifras, porque los números siempre resultan fríos, rígidos, carecen de calor humano, no tienen flexibilidad y, a la postre, terminan teniendo un valor relativo, según la perspectiva en la que se coloque el observador. Y, consecuentemente, tampoco voy a entrar en hacer la cuenta de cuántos artículos tocan por año, ni por mes, ni por semana; entre otras cosas, porque ‑permítanme la broma‑ a quienes preferimos escribir nunca se nos dieron bien los números.

Con la prosa que caracteriza al autor, vamos recorriendo cada uno de sus artículos, que obviamente no voy a leer, pero sí mencionar algunos, cuyo simple título puede ser todo un editorial. Como el que le dedica a Úbeda y Baeza: “Tómalas y goza, Humanidad”, con motivo de la declaración conjunta de Patrimonio, el titular que dio con el mayor placer. O el que le dirige al llorado y desaparecido Esteban Ramírez con motivo de su fallecimiento: “Amigo del alma”. O al que se refiere a la desafortunada intervención de la torre de poniente del Hospital de Santiago, que no se parece en nada a la imagen original y que publicó con el título “Esta no es mi torre”. Uno se lo dedica a su amigo Vica, José Villar: “A Vica le va la marcha”. Otro para los feos, “Más feos que Picio”. La anécdota también tiene su espacio en la obra, en donde quiero resaltar a “El gato de don Francisco”. Don Francisco de los Cobos, claro, secretario de Carlos I; uno de los más brillantes personajes de la historia de Úbeda, quien tenía especial predilección por estos felinos, regalando uno de los de Angora al príncipe de Nápoles, por lo que el preciado animal debió emprender un largo viaje hasta su destino italiano, bajo la custodia de don Francisco de Salamanca. Nuestro autor, después de relatar las peripecias del ajetreado camino, en el que por cierto feneció el minino, esboza la Úbeda del año 1535 en plena efervescencia renacentista y la de los personajes que la hicieron posible.

Y, para que nada se quede en el tintero o, mejor dicho, en el teclado de su más que veterana máquina de escribir, porque a Ramón no le van los ordenadores, ya que siempre ha estado instalado en la era digital, como digo, para que nada se quede entre el teclado, también aborda los fenómenos paranormales en el artículo “Los duendes del hospital”, del anteriormente mencionado Hospital de Santiago.

Pero prefiero que continúen leyendo ustedes que, como buenos lectores, saben leer entre líneas. Debemos saber qué nos dicen los espacios en blanco, qué reflexiones nos traen las pausas entre artículo y artículo. Y así nos encontramos que se trasluce la trayectoria de una persona profundamente enamorada de la vida; con una persona abierta, expresiva, constante y de fuerte voluntad. Ya, desde su infancia, huérfano de padre, a Ramón le hervía en las entrañas la expresividad. No sabía aún escribir y, en el horno de su abuelo, pintarrajeaba con los tizones de leña las viejas baldosas de cerámica de la panadería, para enojo de su viejo predecesor que no consentía que le ensuciara el suelo. Ramón plasmaba entonces su mundo conocido: personajes, casa, animales, monumentos…, que modificaba a su antojo, quitaba y ponía o creaba otros nuevos. Hasta que un buen día, cuando ya tuvo la edad adecuada, cogido fuertemente de la mano, fue llevado por su abuelo a la Escuela de Artes y Oficios. Buenos trabajos llegó a realizar: primero a carboncillo; después a óleo, que él mismo componía con tierras de colores.

Pero a Ramón ya le había encandilado la literatura. Las novelas del Coyote eran las más accesibles económicamente, porque eran de alquiler y, una vez leídas, las sometía a las mismas operaciones de quitar, poner, modificar y crear personajes y situaciones nuevas. Pronto empezó a colaborar en Vibraciones, revista que se imprimía en Diario Jaén y en otras revistas locales.

No ha habido cofradía o asociación que no haya acudido a Ramón en busca de alguna colaboración literaria. Sentía cierto rubor pensar que, un día, su nombre y apellidos pudieran aparecer en papel impreso a la vista de miles de personas; por eso, los primeros artículos los firmaba con el seudónimo de Ramón de Alba. Seudónimo con el que llegó a Diario Jaén, a la edad de 27 años, de la mano del redactor Rafael Alcalá de las Peñas, en un episodio inolvidable que Ramón lleva gravado en lo más hondo de su corazón. En uno de los viajes que el citado redactor hizo a la capital de la Loma, fue presentado a Ramón: «Aquí tienes a un escritor y futuro periodista» le dijeron al del periódico; y éste apremió a Ramón para que le entregara un artículo, el cual fue publicado al día siguiente, con el citado seudónimo de Ramón de Alba. Era el día 12 de junio de 1957; como ustedes pueden comprobar, hace exactamente hoy 51 años. El título del artículo, “Sinfonía de paz”, es el que abre la primera página de artículos de este volumen. Aquel titular, en el periódico de la provincia, le causó honda impresión y le introdujo en ese distinguido elenco de colaboradores, en el que, actualmente, figura como el más veterano de todos.

Y los espacios en blanco nos siguen descubriendo facetas poco conocidas: como su afición poética, género que no ha cultivado, pero del que puede ofrecer algunas destacadas muestras. Su faceta deportiva nos lleva ‑casualidades del destino‑ hasta la Unión Deportiva Carolinense, en un partido jugado en Úbeda, en donde se estrena el himno del equipo local con letra de Ramón Quesada Consuegra. Resultado de aquel encuentro 2 a 1.

Querido amigo Ramón: hoy le devolvemos la visita; hoy celebramos el partido de vuelta; pero un encuentro en el que no habrá perdedores; todos vamos a ganar. Vamos a ganar, porque venimos con un libro en la mano. Símbolo de paz, de cultura y de progreso.

Y, hasta aquí, la presentación de la mitad del libro. La otra mitad está personificada en María Dolores Garrido Vico, esposa de Ramón, su mujer, su confidente, su consejera, su musa, su correctora… A la que nunca le han gustado las apariciones públicas. Puede hablar mucho de trabajo en la sombra, de apoyo, de fuente de inspiración. Pero siempre lejos de acontecimientos notorios.

Querida amiga María Dolores, esta noche no te has salido con la tuya, porque te puedo asegurar que, si no hubieras estado aquí esta noche, no hubiera sido posible presentar este libro. Por eso os debo decir, María Dolores y Ramón, Ramón y María Dolores: «Muchas gracias por el libro».

Señoras y señores, muy buenas noches.

almagromanuel@gmail.com

Deja una respuesta