Tormenta en septiembre

Por Mariano Valcárcel González.

Están logrando acabar con mi paciencia.

Sí; estos catalonios de la Catalunya o Cataluña (¡qué varidedad!) me están tocando ya las narices. Y uno (yo no soy masoca, ni tonto) que no va de sufridor, ni de mantenedor de esencias (ni fabricante de las mismas, que entonces sería perfumista), ni de soplagaitas de orquestas u orquestinas variadas, sino que uno es lo que es y a mucha honra, pues que desde el asiento y morada que honradamente ocupo y no debiéndome ni debiéndole nada a nadie (y menos a los catalonios), pues reitero lo dicho: que estoy ya hasta las narices de estos de la Marca Hispánica (que así se la denominó también allá los tiempos, y esto lo pongo para que vean que tengo mi culturilla, no se vayan a creer).

Y no estaría hasta el apéndice nasal si no fuera o fuese porque me barrunto males mayores. Que uno destapa la cesta de la serpiente, pero no sabe si se le va a escapar o no. Y si se le escapa… Porque yo me admiro de que aquí se van a destapar cestos completos, serones, llenos de serpientes que dígame usted quién es el bonico que, una vez alzadas las tapas, se atreve a asegurar que no va a pasar nada… Las serpientes son serpientes y si se andan (o reptan) cabreadas, pues que van y te pican, así de sencillo. Pero oigo a sardaneros, culés, casteller, rumberos de rumba gitana, devoradores de cebolletas (calçots), frailes y monjas y tocadores de chirimías, irse de sobrados hacia la apertura de cestas, que en vez de cosa peligrosa es cosa festera a lo que se ve.

Mi paciencia se acaba no porque el reino de la inconsciencia sea, por lo que se ve, esa Cataluña republicana (que tanto se me da que sean republicanos, monárquicos o súbditos del archilimpán), sino porque de esa inconsciente algarabía me pueden llegar a mí sus efectos. Sí, que allí se encuentren, una vez intentada la maniobra, con respuestas no tan inocuas o supuestamente civilizadas (según ellos, sus negativas a acatar la actual legislación sí es democrático y civilizado; tan democrático, que un voto de más puede servir para cambiarlo todo; pero las respuestas que ello induzca no lo sería) como se pensaban o querían pensar (y así venden el género a los crédulos); será algo que, sin duda, les afectará de lleno, pero el caso es que a mí, que me ando tan ricamente sentado en mi sillón sin otra apetencia que una cerveza fresquita (oye, en plan cheli le podemos decir birra, y no nos pasa nada), me puede dar de lleno, descalabrarme, romperme el espinazo de mi tranquilidad y la seguridad de los míos.

Y es que me pongo de los nervios, y me ponen de los nervios y algo más, ante esta nueva fase de relanzamiento del estupendo momento independentista que van a disfrutar estos animosos cataláunicos, que consistirá, de inicio, en verbenero movimiento callejero, con charangas, banderitas (¡oiga, no insulte, senyeras, esteladas a la violeta o a la azulina, que tenemos género!) y mucho, mucho cava autóctono. Cosa de civismo, del que siempre se ha sentido orgulloso el pueblo, y del que yo me sentiría así, igual, si no fuese porque se confunde el culo con las témporas. Fiesta cívica, ¡ahhhh!, y andante el movimiento.

¡Oiga!, ¿pero hacia dónde nos movemos…? A lo que salga, que lo principal es la idea, el sentimiento, no la calculadora razón; aunque pudiese ser que revolotease en todo este tema el calculado interés (en especial el monetario). Por dicho mismo discurso, yo, que me ando tranquilo en mi sillón, temo que de esto me llegue la pedrada y me rompa el cristal. Habrá pedradas virtuales y reales; y mucho personal, tal vez, salga descalabrado. Bueno, que sí, desajustes siempre los hay, imprevistos (¡ehhh!), cabos sueltos donde se tropezará, pero pelillos al Mediterráneo y preparemos una juntada de caracoles, que es muy típico. La explicación de todo el laberinto, pues laberinto es lo que se propone como juego inocente e infantil, vendrá luego cuando se salga del mismo; pues, entonces, se debiera o debiese entender el sentido que tenía todo este sinsentido. Por lo tanto, y llenándonos de fe los corazones, a esperar; que luego la Moreneta dirá. Creo que las sotanas cuatribarradas tienen línea directa con la anterior y con el sursum corda; y así cualquiera, claro.

En mi descreencia vital, estas cosas es que me enervan. La mezcla y confusión de lenguas (es un decir) que se traen con tal de hacerse sumas que cuadren los lobos y los corderos, los meapilas con los comecuras, las gentes de bien y de orden (cuando les conviene) con los perroflautas y los charnegos, bailando sardana con la créme de la créme de Pedralbes y con los mustafás del aluvión, pues que no, que a mí es al que no me cuadra. Imaginándose en prospectiva alucinógena que el proceso fuese hasta sus más radicales consecuencias, ¿en qué se convertiría luego este batiburrillo rufianesco…? Dudando que me siento que el tan cacareado civismo (que lo es cuando se cumplen o al menos se respetan las leyes como norma fundamental), modernidad y conciencia democrática que se exhiben como modélicos, pues que se impongan ante esa zona franca del todos contra todos que quedaría. ¿Estaríamos entonces en esta presencia, tan moderna, del estado fallido? Y entonces, ¿qué?

Hasta los güitos de ver a tanto ser excelso, divino, etéreo, intelectualoide, teórico de barra libre e incluso de pedigrí intocable (lo digo porque no se le puede llevar a juicio por cohecho, ni malversación, ni abuso y manipulación de poder) me dicen que esto ya es imparable y que, ¡al fin!, atravesarán el Jordán y correrán los ríos de leche y miel. Porque me pienso yo a mí mismo, ¿a costa de quiénes quieren seguir viviendo estos pollos? Y no me gusta la respuesta.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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