Por Mariano Valcárcel González.
Me estoy pasando un veranillo calurosamente movido entre unas cosas y otras; y una, especialmente, me hace que aumente más el calor, ya de por sí de especial virulencia este año.
Que empiezo las mañanitas (no las del Rey David) muy en plan; me dan la diana mañanera a base de porrazos, golpetazos, mazazos y más “azos” los incansables y probos trabajadores de una obra lindera a mi inmueble. Que decidieron los dueños del tal lindero, y en su derecho de propiedad están, de mejorar su patrimonio y de lo que les venga en gana, que el caserón que ahí estaba tan feliz durmiendo el paso del tiempo pues que debía ser rehabilitado, restaurado y acondicionado como estos tiempos demandan.