Con trabajo

Por Mariano Valcárcel González.

Me estoy pasando un veranillo calurosamente movido entre unas cosas y otras; y una, especialmente, me hace que aumente más el calor, ya de por sí de especial virulencia este año.

Que empiezo las mañanitas (no las del Rey David) muy en plan; me dan la diana mañanera a base de porrazos, golpetazos, mazazos y más “azos” los incansables y probos trabajadores de una obra lindera a mi inmueble. Que decidieron los dueños del tal lindero, y en su derecho de propiedad están, de mejorar su patrimonio y de lo que les venga en gana, que el caserón que ahí estaba tan feliz durmiendo el paso del tiempo pues que debía ser rehabilitado, restaurado y acondicionado como estos tiempos demandan.

No se quedan en mera restauración, que es dejar el cascarón (la fachada parece que no se puede tocar) y andarse en hacer nuevo todo lo demás. Para ello, a las siete de la mañana, porque es verano y por normativa (que me parece muy bien) esos albañiles dan de mano a las tres de la tarde, se lían al tajo. Cucha tú que luego a las diez de la mañana no se oye ni una mosca, que es la sacrosanta hora del tentempié del personal. Puñetas, pero a mí ya me despertaron a las siete.

Luego está lo del polvo. Venga, no seáis así y no me hagáis chistes malos, que os veo venir… Es que entre los derribos y lo demás, mi patio, mis ventanas, mis muebles, quedan con una capa que ni explosión volcánica vesubiana; que, aunque diligentemente mi compañera cierra todo lo cerrable, pues que ese polvillo se filtra por todos lados. Y la tengo de los nervios, que mire usted que ella detecta una pequeña manchita en la camisa (o pantalón) a veinte metros de distancia; y no vea cuando pasa la mano por el filo de una repisa y saca el dedo incrustado de sedimento. La rehostia padre, que se puede liar parda si encima dices algo.

Pues que me alegro de que estos hombres tengan trabajo, no lo niego; aunque por comentar lo anterior alguien (de los que saltan por todo, sin saber de lo que realmente se trata) crea que es que lo hago por inquina hacia los currantes. Mentira.

Al pasar por calles, avenidas y plazas del pueblo constato que hay muchos otros tajos abiertos. Sí, lo veo porque o hay andamios o hay bañeras de escombro preparadas. Y todavía me alegro más, que el sector de la construcción necesita reverdecer y es en estos menesteres donde existe un rico filón al que meter mano. Que la restauración, rehabilitación, acondicionamiento, de inmuebles y viviendas existentes (y no de nuevo cuño) es muy necesaria. Que, al igual que se dice que hay un parque de autos bastante envejecido, existe un enorme parque de inmuebles que necesitan ser revisados y puestos en valor de utilización (no de especulación mera de solares); ganarían mucho todos, empezando por los mismos municipios, que verían remozadas sus calles y edificios evitando el deterioro y el cáncer de amplias zonas de los mismos. Es algo que tendría que favorecerse a nivel institucional y no con meras recomendaciones o escasas ayudas, sino con normativas que obligasen a los constructores a emplearse a fondo en el tema (aunque en apariencia tuviesen menos rendimiento económico para los mismos).

Por ello insisto en mi alegría. Trabajo que no falte.

Ahora, estos del gobierno, listillos ellos que son, saltan (y quieren hacernos saltar) alegremente, porque estos meses hay mucho tajo contratado… Blanco y en botella, no hay que explicarlo mucho. Tampoco explican (ahora son ellos los que callan) que es tajo precario y estacional; y que igual que viene se va. Y se vuelve a la posición de salida. Y alguien me dirá que eso ya pasaba, que de siempre existieron los trabajadores de temporada (los temporeros, de tristes recuerdos); ello es cierto, pero creímos que en gran parte ya habíamos superado esta etapa. Aunque también creímos pasadas cosas que ahora nos sorprenden, cosas que nunca debieran volver; mas vuelven ¡y con qué fuerza! En lo referente al trabajo (y se ha hecho toda una larga campaña para ello), ya damos por corriente que es escaso y que es precario y que es lo que hay y que, si quieres así, lo tomas y si no lo dejas (que son lentejas); y que, en cuanto te descuides, debes hasta asumir que trabajar hasta te ha de costar (no esfuerzo) dinero. Sí, que trabajas y ese “favor” te lo cobran.

Y ya no sé qué dirá la insigne Báñez, mi ministra preferida, si es o no es milagro de la Blanca Paloma que en agosto celebra su Rocío Chico (que verbena agosteña no nos falte) y derrama bendiciones en forma de contratos ligeros, etéreos y autodestruibles, una vez pasados unos meses. Pero sigo diciéndolo, me alegro mucho por quienes obtienen trabajo, por quienes no le hacen ascos al curro, por quienes puede que estén tan desesperados que cualquier cosa les parezca buena, con tal de llevar algo a casa.

Quizá, por ello, los presupuestos del Estado montorianos han disminuido la partida para subsidios al desempleo; porque esto va ya palante y sin frenos. Dios me oiga.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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