Delirios

Por Mariano Valcárcel González.

Para no volverse loco, a veces es mejor no pensar.

O dejar que otros piensen por ti. Y así, con la lección ya preparada y bien aprendida, puedes actuar automáticamente, sin necesidad de quemarte las neuronas. Es mucho más efectivo, en base al rendimiento de las acciones y de la economía de medios. Esto lo han sabido siempre los militares.

El idealista trata de pensar, si puede y tiene esa capacidad, y entonces es fácil que se invente un nuevo mundo adaptado a su criterio y que trate de ponerlo en práctica, bien convenciendo de la bondad de sus propuestas o bien y simplemente imponiéndolas como única vía y solución. El idealista que no sabe pensar se adhiere al pensamiento del anterior y lo secunda entusiásticamente, sin fisuras que le hagan cuestionarse lo que se le expone.

En el mundo hay idealistas, pero son ‑creo‑ los menos. Su idealismo, aunque sea equivocado, es legítimo y únicamente hay que estarse alerta ante esos idealismos equivocados y tratar de neutralizarlos con la fuerza de la realidad y de la lógica. Mas hay mucho ser ‑la mayoría‑ que no es idealista ni tiene capacidad de ejercer el raciocinio y, con esto, es con lo que nos encontramos.

Cada día me desconcierto más.

Me desconcierta darme cuenta de que tanto el ejercicio de la lógica racional, en suma, el ejercicio del pensamiento personal e independiente, brillen más y más por su ausencia ‑escandalosa ausencia‑ que por su efectiva y poderosa presencia. Y ello, en todo lugar y en todo campo y situación. Y solo los privilegiados, los espabilados, intuitivos o amorales sin escrúpulos son los que se van llevando el gato al agua (y no me refiero al programa televisivo de la derecha), arrastrando tras sí a los rebaños de pasivos con encefalograma plano, contentos de ser dirigidos y digeridos.

Que llegan un visionario y sus secuaces y me convencen (porque no ejerzo mi capacidad de raciocinio) de que las vacunas son muy perjudiciales, pues nada, que ahí nos encontramos con supuestos seres inteligentes que se consideran por encima de la mentalidad general y que ni se vacunan ellos, ni a sus niños y procuran convencer a los de su entorno…, a despecho de la experiencia científica y del potencial peligroso que su decisión conlleva.

Que llegan un visionario y sus secuaces y me convencen (porque es más fácil dejarme llevar) de que en su secta religiosa o comunidad de rezos se nos solucionan las grandes incógnitas y las pequeñas miserias que padecemos en esta vida, pues que nos dejamos manejar como corderillos, ejercemos activo proselitismo para aumentar la grey y hasta nos dejaríamos despellejar si con ello contribuimos a la mayor gloria de esa nada.

Que un político sin escrúpulos escala el poder y nos va engañando sistemáticamente con el único propósito de asentar en alto trono su ego y asentar en concretos asientos y puestos a sus incondicionales de su corte (que nunca resultan tan incondicionales, porque siempre buscan su particular provecho o el de su clan) que a cambio lo afianzarán así en el perpetuo pedestal, pues que nos dejamos hacer tan ricamente e incluso hasta nos sacamos los ojos de la cara por esa tropa; todo menos pensar por nuestra cuenta y calibrar hasta dónde, de verdad y provecho, tienen las propuestas y acciones de lo que representan.

Si trata de erigirse en hacedor de milagros y encantador de serpientes y marcarse una ruta torera, porque uno lo vale y su idea mucho más, pues que ahí nos lanzamos detrás, alrededor y delante, que los palos y males ya nos caerán, pero con mucho gusto y sacrificio, ¡pues sin sufrimiento no hay victoria!

Y si a quienes decidimos creer y seguir resulta que están ellos muy puestos de su valía y de su carga de argumentos, incuestionables per sé, pues mejor para ellos y para nosotros, que no tendremos más que ladrar y movernos en la dirección que se nos indique. Y con nuestra cabeza tan ligera de peso, que es lo mejor.

Me duele lo anterior muchísimo cuando nos atañe a los españoles. Porque contemplo esas y otras cuestiones y me da la impresión de que estamos llegando a una situación en la que la idiocia campa como de natural estado y ya nada logra que se contemplen a la luz de la verdad, de la justicia, de una realidad objetiva. Que tal parece que el país está lleno de idiotas y simples en el que cada día más y más las diferencias se aumentan, abriendo brecha insalvable; y nadie hace nada por evitarlo, pues esa voluntad pasaría por fomentar la racionalidad y la lógica; pero ello es empleo de titanes.

Y la labor en provecho y fomento de estas herramientas nunca se ha realizado y, cuando se intentó, se la dinamitó entusiásticamente. No soy optimista. Lo siento.

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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