Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Las obras de remodelación de la plaza de Andalucía de Úbeda llevó consigo la retirada, temporal se dijo, del grupo escultórico del General Saro (Leopoldo Saro Marín, cubano de nacimiento y ubetense de adopción). Se refiere Ramón Quesada en este artículo a la demora en su reposición, una vez terminados los trabajos. Muchos quisieron ver, en este retraso, una remisa voluntad de restitución motivada por la “supuesta” adscripción política del militar. Su figura, acribillada a balazos desde antes de la incivil guerra, puede ser algo significativo.
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Desde que, a principios de 2000, la estatua del general Saro fuese trasladada hasta el antiguo parque de bomberos, con pretexto de la construcción de aparcamientos subterráneos, han pasado cerca de tres años y aún no ha sido restituida a la Plaza de Andalucía, una vez terminadas unas obras que el pueblo excluye. Plaza histórica en la que, ante la imagen de la Virgen de los Remedios, que se venera en el torreón del reloj, reyes y emperadores juraron guardar los fueros y privilegios de Úbeda. La estatua, del escultor Jacinto Higueras, realizada en 1928, desde su “exilio”, habrá “oído” infinidad de sugerencias sobre si será colocada en su sitio de nuevo o, por el contrario, se ubicará en otro lugar. Bueno, pues esta es la bendita hora en que ni una cosa ni otra. La estatua del ilustre militar, tutor de la ciudad, continúa arrinconada en la miseria por los amnésicos que olvidan quién fue don Leopoldo, qué hizo por Úbeda y lo que pudo hacer si en 1936 no hubiera sido asesinado en Madrid. Tanto es así que, con subrepción y sin respeto a los muertos, la insensatez de algunos ha vejado su memoria con adjetivos tan desdeñables que, ni siquiera las Moiras, como consta en la historia de la ciudad escrita por hombres con sentido común y conocimiento de causa. Resumiendo, que con su identidad se está acometiendo una grave vacuidad y son muchos los que quieren saber el final de este monumento pese a las dos legislaturas municipales, en principio, que aún no han dicho ni pío a los confusos ubetenses. Y claro, aquí cae bien aquello del pensador Antonio Pérez: «Servicios pasados son como deudas viejas: que se cobran pocas veces». ¡Si levantara la cabeza el general!, seguro que no se miraría por encima del hombro con inferencia. Pero la Historia tiene buena memoria.
(03‑09‑2003)