Por Dionisio Rodríguez Mejías.
1.-Un golpe de suerte.
Aunque yo era un estudiante que trabajaba y el dinero no era la mayor de mis preocupaciones, no podía por menos que sentir cierta inseguridad ante mi falta de recursos. Pronto haría dos años que había llegado a Barcelona y, si quería llevar una vida social aceptable, no podía esperar a terminar la carrera. Tras mi conversación con el padre de Roser, calculé que cuando pagara la pensión de enero, mi capital no superaría las cinco mil pesetas. Volví a comprar La Vanguardia y a enviar currículos en busca de alguna actividad más lucrativa que hacer paquetes y barrer la imprenta; pero, por suerte, a finales de febrero recibí una carta que resolvía mis problemas más inmediatos. Era del gabinete jurídico Borrás Asociados, citándome para el día uno de marzo a las nueve en punto de la mañana en sus oficinas de la calle Córcega, entre Balmes y Rambla de Catalunya.