Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
La pasión literaria de Ramón Quesada le lleva a investigar hasta en los albores de la expresión escrita de autores ubetenses. Su imaginación vuela y le hace trazar conjeturas sobre el pasado de lo que pudo ser y fue, hasta donde llegó con su ensoñación. Pero la evidencia de la realidad es incuestionable y, en este sentido, vemos a Ramón Quesada ante autores consagrados a los que rinde culto; claro, a los habidos hasta la fecha en que escribió este artículo (1990) y que evito mencionarlos para no caer en reiteración. Aunque sí convendría advertir que, en los veinticuatro años que separan el artículo de la fecha actual, ha habido importantes novedades en cuanto a autores y al número e importancia de sus respectivas obras.
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He leído los libros, monografías, opúsculos y todos los artículos publicados de Juan Pasquau. Recientemente, he terminado de leer El invierno en Lisboa, premio de la Crítica y premio Nacional de Literatura de otro ubetense: Antonio Muñoz Molina.
No puedo imaginar, y pienso que nadie, quién fue el primer escritor que, nacido en Úbeda, publicara siquiera un libro, porque en cuanto a artículos y otra variedad de escritos los hay, y buenos, desde edades remotas según queda probado en códices y otros documentos históricos, como cartas de reyes y emperadores dirigidas a “homes buenos” y “ricos homes” de la ciudad, y contestadas por estos “homes de a pie” en un léxico influyente en cada una de las épocas y con los modismos subsiguientes. Y, aunque se sabe no obstante, sería arriesgado para cualquier investigador aventurarse a una cita de nombres entre estos “homes de a pie” herederos tal vez de una cultura literaria también expresa, venida de antepasados perdidos en las distancias de los tiempos. Pero lo que sí está claro es que entre toda esta pléyade de eruditos de iure, a los que hemos leído y conocido, no me arriesgo si digo que, obviando los géneros de la poesía y la oratoria, en lo que a didáctica se refiere, a los prosistas en concreto, todos sabemos, o al menos los que de ello nos preocupamos, que Pasquau y Muñoz Molina se llevan la palma, están por encima de todos esos escritores a los que, en un desmenuzamiento escrupuloso en naturaleza literaria, podría otorgárseles notas sobresalientes por sus formas más puras en la exposición de la exactitud científica, por medio de la palabra escrita. Esto es, claro está, sin menospreciar la talla de otros escritores muy conocidos de otros tiempos y de los nuestros. Uno de estos escritores ubetenses más completos y prolíferos, pues lo hizo con profusión en prosa y en verso, fue Alfredo Cazabán, a quien el destino, como a Juan Pasquau, le concedió los mismos años de vida. Antonio Muñoz Molina es joven, así que, mientras escriba, no se le podrá relacionar con ninguno de estos dos paisanos ya desaparecidos, en lo que a productividad se entiende; aunque se predice ya como fecundo y pragmático.
Juan Pasquau no fue un “escritor de provincias”, como indica su hijo Miguel. Articulista, cronista y biógrafo, lo hacía sólo para los suyos. Tan cierto era su amor por la cultura provincial, que la prensa nacional ‑ABC‑ intentó, sin éxito, monopolizarlo. Clasificado entre los tres mejores articulistas de este diario, no quiso nunca, salvo con sus ocasionales colaboraciones, “atarse” a un concierto continuado. Y es que a Pasquau ‑que, como él dijo, no sabía conducir un coche‑, difícil le hubiese sido dar la espalda a su ciudad para encumbrarse fuera de su tierra, de su despacho casero, de Rosa ‑su esposa‑ y de sus amigos.
He meditado mucho en el sentido de escribir de este hombre. Lo concibo como un fuera de serie, un su¡ géneris, como un ser que, de no dejarnos tan pronto, aparte de aprender a conducir ese coche, nos hubiese legado una amplísima producción literaria que, selecta y exquisita, habría absorbido la atención europea al menos. Avanzar, pues, en la obra de este escritor es adentrarse en los más refinados conceptos y regustos de su miel literaria. Significativo también que en todos sus escritos se adivine a Dios o bien lo haga presente. No se concibe que, en los entresijos de la palabra, o en la palabra misma, no cite a Dios. Y lo hace intensamente, sin disimulos, ni reservas. Dios, para Pasquau, era su Todo.
Antonio Muñoz Molina es reluctante a Pasquau. Es el novelista de pocos años que juega con tramas y personajes a su antojo, sabiéndolo hacer, con poderosa creación literaria. En su narrativa, excelente, los personajes son contados, no masas de gente; a lo sumo, un café repleto en su pequeñez o una sala de teatro con algunas butacas vacías; y, en movimiento, los personajes principales que parodian entre sí movidos magistralmente por los hilos que el autor manipula. Hasta ahora el novelista de Úbeda ha publicado cinco obras.
En El Robinson urbano y Diario del Nautilus reúne sus artículos de prensa, siendo su primera novela Beatus ille, cuya trama, simulada, la sitúa en su pueblo. Le sigue El invierno en Lisboa, premiada, y Beltenebros, que aparece en 1989. Obras que le hacen contar ya «entre los valores más firmes de la joven novela española».
Juan Pasquau y Antonio Muñoz Molina. Por un lado, el biógrafo de quien el académico peálense, Rafael Láinez Alcalá, dijera en el prólogo de Biografía de Úbeda: «La pluma culta y tierna, doncella y matrona, rama de olivo y haz de espigas, de Juan Pasquau; nuevo y firme león del escudo literario ubetense»… Por otro lado, Antonio Muñoz Molina, el nuevo escritor, el periodista… «Su vigorosa maestría técnica y su estilo preciso y envolvente ‑cita la editorial en la portada de Beltenebros‑ alcanzan un grado extremo de plenitud y de tensión expresiva…».
Muñoz Molina, discrepando con Pasquau, que hace idílica su ciudad, reniega de esta y huye de su pueblo «porque lo odiaba»; porque le daba «un poco de vergüenza ser de donde era».
Conoce otros lugares, estudia, crece, siente los avatares de la vida y, sincero, escribe: «Me gusta la ciudad donde nací, de la que escribí una vez que es como un galeón varado sobre una colina». «Como un barco varado, cargado de rica pedrería», diría Pasquau antes de que el novelista naciera.
(04‑06‑1990)