Por Mariano Valcárcel González.
Hace años realicé, junto a mi costilla, una visita a la ciudad de París. No, no les voy a abrumar con innecesarias descripciones y cantos a la ciudad, bella como no podría ser lo contrario, o a mis conocimientos de arte e historia aplicados al terreno. No. Me voy a ceñir al cuento de algunas anécdotas que me sucedieron.