Por Dionisio Rodríguez Mejías.
4. Love me, please, love me.
Alargó la mano, dejó caer la aguja muy pensativa y, al instante, el aire se llenó de aquella música, tierna e intensa, como un lamento. La escuchamos embelesados unos instantes, hasta que dijo al fin.
—Cuando empecé a trabajar en la clínica, se deshacía en atenciones conmigo; no dejaba de hacerme regalos y promesas. Yo no quería enrollarme, pero una noche me invitó a cenar en el hotel Princesa Sofía. Me dijo que teníamos que hablar de mi futuro… y acepté. ¡Soy una imbécil!