Hombres que dejaron huella en la Safa (1)

Por Juan Antonio Fernández Arévalo.

Hace varias semanas que estuve viendo un reportaje en el que intervenían Antonio Sánchez Montoya, Sebastián López y otro antiguo compañero que no lo recuerdo en el colegio. Los tres atinaron en los elementos diferenciadores de la Safa y Sebastián López, que fue modelo y ejemplo para los más pequeños, entre los que me contaba yo también, insistió, una vez más, en su sentida reivindicación de la figura del P. Villoslada, como fundador y “alma” de la Institución. No conocí apenas al fundador, pero su obra está ahí, ante los ojos de todos los andaluces, y merece el respeto y el recuerdo permanente de todos cuantos estudiamos en la Safa.


Enhorabuena a mi amigo Sebastián por su público agradecimiento hacia el jesuita que propició la incorporación al estudio de miles de niños y jóvenes, que en el caso de Sebastián, y también en el mío, no hubiéramos podido acceder, posiblemente, a ninguna formación académica. Muy justa, pues, su reivindicación, que le honra como persona. Él, más tarde, supo entregar también sus mejores aptitudes y actitudes a la digna causa de la Safa, dejando una buena simiente. Mi reconocimiento admirativo y entrañable.

Y hace varios días tuve la ocasión de entrar en el Recreo de la página web del colegio para disfrutar de la fiesta de la palabra. Por eso, quiero empezar mis vívidos recuerdos con el dedicado a don Jesús M.ª Burgos.

Recordando el célebre discurso de don Jesús, pienso que no conozco a nadie con un vocabulario más rico y fluido. Antonio Lara destacaba las inmensas dotes oratorias del maestro. Sin mirar un papel, don Jesús hilvanó un discurso lleno de emotividad, de llamadas al corazón y al sentimiento, mimando las palabras, escogiendo las expresiones, destilando metáforas e imágenes, rescatando vocablos para algunos desconocidos y para otros olvidados. La retórica de los clásicos revivía en el verbo fluido y luminoso de un poeta en prosa.

Lo tuve como profesor de Latín y Preceptiva Literaria e inspector de la 2.ª División del colegio. Él, que presumía de ignorancia pedagógica, era en la práctica un auténtico pedagogo en su sentido etimológico, de conductor, de entusiasta dinamizador de jóvenes adolescentes.

Siendo un negado para el deporte, como él mismo decía, tenía grandes dotes de organizador. Siempre estaba au-dessus de la melée, dirigiendo y formando equipos, motivando actitudes, ejerciendo como líder deportivo. ¡Qué cosas!

Destacaba, sin embargo, en su concepción teatral como fuente de buena dicción, de declamación, de espectáculo. En mi vida académica, por la influencia de don Jesús, entre otros, he cuidado la dicción y la recitación y fui uno de los fundadores de un club donde hacíamos teatro leído con un eco importante, en Linares. Y la retórica y la declamación aprendidas y ejercitadas en una especie de talleres (como ahora se dice) me sirvieron para grabar un disco de poemas y un programa semanal en la Cadena SER.

Sin duda alguna, en muchas de estas actividades que he ejercido durante tantos años, he notado próxima la influencia de don Jesús a quien ahora, con el vídeo de su último contacto con los que fuimos sus alumnos, renuevo el cariño y la nostalgia de mi recuerdo.

Cartagena, 15 de diciembre de 2014.

jafarevalo@gmail.com

Autor: Juan Antonio Fernández Arévalo

Juan Antonio Fernández Arévalo: Catedrático jubilado de Historia

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