Los mantecados, dulces de Navidad

Por José del Moral de la Vega.

Es difícil imaginar una Navidad en España sin mantecados, evidencia de su aceptación por la mayoría de los españoles, pero muy pocos de estos podrían contar algo de su historia.

A mediados del pasado siglo, un alto funcionario del Ministerio de Agricultura de España fue invitado a visitar un centro de investigación francés, cuya actividad principal era la obtención de nuevas variedades de trigo.

Admirado por una de aquellas variedades, el funcionario español, en un descuido de sus anfitriones, no pudo vencer la tentación de coger un puñado y guardárselo en el bolsillo.

Una vez en España, la semilla fue sembrada muchas veces hasta tener cantidad suficiente para poder distribuirla a los agricultores, que comprobaron los excelentes resultados de aquel trigo.

¿Y qué nombre se podía dar a una variedad de trigo que, aunque con un buen fin ‑combatir el hambre de los españoles de aquellos tiempos‑ había sido robada a los franceses? El más adecuado que pareció a los técnicos del ministerio fue Dimas ‑el nombre del buen ladrón que fue crucificado junto a Jesús‑.

Todavía hoy se cultiva esa variedad en España, y con su harina se elaboran los mejores mantecados de Estepa, dulces que todos los años, por Navidad, llegan a los rincones más apartados del mundo.

¿Sabrán los neozelandeses ‑algunos de los muchos habitantes del mundo que consumen mantecados‑ que la calidad de estos dulces ha sido posible gracias a que unos científicos franceses consiguieron obtener una magnífica variedad de trigo…, que esa variedad fue robada por un español…, que los labradores españoles vendieron el grano a molineros andaluces…, que la harina de ese trigo fue adquirida por un fabricante de mantecados…? Y, cuando aquella harina de origen francés coincidió con el tocino de los cerdos ibéricos españoles, los mantecados tradicionales se convirtieron en uno de los dulces más universales que existen.

La historia de los alimentos es extraordinariamente compleja y, al conocerla, el disfrute que nos produce ingerirlos desborda las sensaciones que nos vienen de los sentidos; y el comer, función fisiológica animal, se convierte en un placer espiritual, ejemplo de cómo la cultura, mediante una metamorfosis difícil de entender, transforma lo bárbaro en arcangélico.

 

Los mantecados son, probablemente, los dulces más populares de la Navidad en España.

delmoraldelavega@yahoo.es

 

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