“Barcos de papel” – Capítulo 09 e

Por Dionisio Rodríguez Mejías.

5.- La novia del señor cura.

Apuró el café de la taza que tenía sobre la mesa y, sin entrar al trapo, me miró a la espera de conocer el final de la historia.

—Y, ¿cómo acabó aquello?

—Pues que al terminar los parlamentos, la gente, puesta en pie, dobló su habitual cupo de ovaciones. El Prefecto, seguido de su cuadrilla, se marchó furioso como un “miura”, mientras Galarza, levantando los brazos como un torero en tarde de vivas y de olés, se deleitaba con las enhorabuenas. Y ahora viene lo más sorprendente.

Reyzábal se acomodó en la silla y me miró con curiosidad.

—De pronto, como si no creyera lo que estaba viendo, Olivares me avisó de la presencia de una muchacha, a la que llamábamos Audrey Hepburn y era hermana de Paco Cervera. ¡No lo podía creer! Abrazaba al padre Galarza con la mayor naturalidad, sonreía y le hablaba al oído con los ojos entornados. Yo estaba colado hasta los huesos, por aquella muchacha. Sabía que, por mi condición social, era un sueño inalcanzable; pero la actitud del curilla era repugnante. Ya te lo he dicho antes: no me gustan los políticos.

—Los curas son capaces de esas putadas; sí señor.

—No creas que sólo fue allí; estoy seguro de que cosas como aquella ocurrieron en muchos otros colegios de España. Si no se pone coto a estos excesos, la Iglesia pronto se quedará sin efectivos. Pero no te pierdas lo que ocurrió después: a partir de aquel día, Galarza experimentó la transformación habitual en hombres tan poco inteligentes como él. El respaldo de las masas le llevó a creerse un elegido y de religioso pasó a revolucionario. Se puso en contacto con la coordinadora de la HOAC, se dirigió a la Asamblea General de Militantes y les contó sus inquietudes. Lo demás, ya te lo puedes imaginar: abandonó la Compañía de Jesús, fundó una comunidad en los suburbios, y se acabó casando de penalti con nuestra Audrey Hepburn. El final es muy triste: vencido por las dudas y el remordimiento, al año siguiente se marchó a las misiones del Paraguay. Menos mal que tuvo la lucidez de dejar, a la muchacha y a su hijo, la respetable fortuna de sus padres, por la que suspiraban algunas organizaciones radicales.

—Esa historia me recuerda algunos momentos de mi primer año en Barcelona —confesó Reyzábal—. Aquel curso fue un desastre; estaba orgulloso de pertenecer a un comando marxista, sembrar de octavillas los polígonos industriales del cinturón de Barcelona y correr con Pedro y otros compañeros delante de los grises.

—Me gustaría decirte que todo eso que te he contado es algo de lo que no me gusta hablar. Lo he hecho porque me encuentro bastante solo y tú me inspiras confianza. Yo creo que la mayoría de las ideologías son seductoras, sobre el papel; pero, llevadas a la práctica, se corrompen por el egoísmo y la ambición de sus dirigentes. Fíjate en el comunismo: una doctrina, que hizo soñar con un paraíso en la Tierra a multitud de generaciones y acabó llevando la desgracia a millones de personas. En fin, quiero decir que en el mundo hay mucha gente buena y generosa, pero que la sociedad moderna está dominada por el egoísmo y la codicia.

Por la cara que puso, me di cuenta de que no se esperaba la diatriba que le acababa de endilgar. No sé si conseguí interesarle, porque miró al reloj y, al ver lo avanzado de la hora, me dijo que esperaba una conferencia de su novia y se marchó deprisa. Pero antes, me dijo que le gustaría que volviéramos a vernos para seguir hablando del asunto.

Eran casi las nueve de la noche y la jornada había sido agotadora. Por la mañana, me habían contratado en Relieves Fabregat, pasé ocho horas trabajando, sin comer, sólo con los pedazos de bocadillo que me dieron los compañeros de trabajo; me había fumado paquete y medio de Celtas cortos, y no pude consolar el estómago hasta que me tomé el pepito de lomo en la universidad; luego, Berrocal me contó los incidentes ocurridos por la mañana y la detención de Pedro; y yo, con excesiva ingenuidad, le había hecho algunas confidencias comprometedoras: mi intención de no mezclarme en movimientos que pudieran amenazar a mi carrera, la historia del cura que quería salvar a la humanidad y hasta que estaba solo en Barcelona.

 

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