Lo que nos hace felices de verdad

Por José del Moral de la Vega.

Conviene que veas este anuncio sobre la Lotería de Navidad antes de leer el artículo: https://www.youtube.com/watch?v=ei-_M_3aTyI

El anuncio de la Lotería de Navidad de este año de 2014 es mucho más que un anuncio; es un exponente del inmenso poder de los medios de comunicación para presentar ideas y exaltarlas. En este caso, el interés inmediato del anuncio es vender lotería; pero lo que realmente subyace en el mensaje, la almendrilla que descubrimos cuando lo contemplamos es la felicidad auténtica que se siente cuando, venciendo los instintos egoístas de nuestro cerebro reptiliano y animaloide, hacemos el bien ‑en este caso, la generosidad‑.

El mensaje de este anuncio es como un espejo donde se refleja nuestra alma o, quizá mejor, el alma que querríamos tener. Y, al contemplarlo, como si de una descarga eléctrica se tratara, nos sacude y los ojos se llenan de lágrimas.

No obstante, para mí, el anuncio tiene aún más valor, porque la historia es calcada de un caso real que conozco: hace unos años, un grupo de compañeros de trabajo, en Pamplona, compartían unos décimos de la Lotería de Navidad adquiridos por uno de ellos. El primer premio correspondió al número que llevaban y, al conocer la noticia, todos se juntaron para celebrarlo; pero, cuando al día siguiente fueron a depositar los boletos premiados en el banco, uno de los compañeros, precisamente el encargado de adquirirlos, había extraviado el suyo; aunque la realidad era peor: los había repartido mal y se había quedado sin ninguno. Aquello era una tragedia para él ‑había perdido más de 50 millones de pesetas‑; pero la desdicha, planteada desde la bonhomía, se transformó en un hecho maravilloso. Uno de los compañeros convocó a los que habían cobrado su premio y les planteó: «Hay que juntar lo que hemos ganado, dividirlo entre todos y repartir el premio, de manera que ninguno de nosotros se quede sin nada».

La propuesta era muy fuerte. Tenían que juntar más de cincuenta millones de pesetas para regalárselos a su compañero; pero la aceptaron. La tragedia, tocada con la varita mágica de la virtud, se había transformado en un milagro maravilloso.

Este relato no es el de un anuncio de TV; es real y, por ello, emocionante; pero, para mí, además, es motivo de orgullo, porque entre aquellos compañeros generosos hay un amigo mío ‑Antonio Jiménez Castilla‑, uno de los muchos jóvenes que, por los años sesenta del pasado siglo, tuvieron que emigrar de Villanueva de la Reina (Andalucía) a Pamplona. Y es que, en mi pueblo, no se hacen anuncios tan bonitos como el de la Lotería de Navidad de este año; pero se educan niños para que sean hombres de verdad y, así, las historias tan lindas y emocionantes que vemos en el cine puedan ser, además, reales.

delmoraldelavega@yahoo.es

http://albayanaideas.blogspot.com.es/

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