Presentado por Manuel Almagro Chinchilla.
Cantes y cantaores de Úbeda; flamencos, claro. Es a lo que se refiere el presente escrito de Ramón Quesada. Quizás una faceta un tanto desconocida de Úbeda; quién lo diría de la ciudad del Renacimiento. El plantel de cantaores, que ya es historia, no del todo conocida, y que ya mostraba Ramón en este artículo, formaba parte de lo más selecto del cante jondo. Puedo atestiguar que, uno de los más grandes maestros del cante flamenco, o el que más, Pepe Marchena, cuando quería oír cante güeno, venía a Úbeda a casa de Pérez, “El tabernero”, que tenía el establecimiento a mano derecha del principio de la calle don Juan.
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El disco de flamenco “Úbeda y su cante” fue presentado días pasados en la Casa de la Cultura, ante un público muy numeroso (Diario Jaén de 31 de mayo).
No sabía yo, y lo digo con toda franqueza, que mi pueblo tuviese su cante flamenco; y que, si no como otros pueblos de Andalucía, en los que nacieron y han muerto figuras de renombre, al menos ahí están esos cantaores de la peña “El Quejío” que, ya inmortalizados en un disco, me llevan de la ignorancia supina a la luz de la sapiencia: Paco Sánchez, Nicolás Serrano, “El Mancheguito”, y “El niño de la Carmen” han hecho posible, con este flamenco ya impreso, un capítulo más para la rica y variada historia del cancionero ubetense.
Dos de los cantaores con más solera de los que he conocido en Úbeda han sido, sin duda, Pérez, “El tabernero”, y Antonio Linde, “Chato costales”. Desaparecido el primero, en mayo de 1969, fue maestro en la seguiriya, la media granaína, el fandango, la milonga y la malagueña de Chacón. El segundo, de cante más duro, fue un cantaor que, ya apartado del mundo del cante por la edad y los achaques, tocó todos los palos: la serrana de La Carolina y la de Córdoba; las tarantas de Linares; la soleá y los tientos los dominó como estilos con sus condiciones de cantaor nato y con las influencias de su comarca natal. (Pienso que la prestigiosa revista Candil ‑y lo digo a modo de sugerencia‑ no perdería nada interesándose por el folclore y la vida de estos dos comprovincianos).
Dejando el cante flamenco de Úbeda ya, hasta tanto pueda beber las aguas de otras fuentes que me enseñen, he de decir que, hace ya muchos años, fue también sorprendente para mí dar así por las buenas con las explicaciones de algunos ancianos de mi pueblo, que me pusieron al corriente de otros tesoros folclóricos populares que, desde muy antiguo, se han cantado en Úbeda. Son más bien canciones infantiles interpretadas con preferencia en la calle, en las noches de primavera y en las de verano; y al amor del fuego o del brasero en invierno, en aquellas conmemoraciones familiares o en los momentos de júbilo, iniciadas las primeras notas por abuelos o padres. Pasados los años, tuve la gran complacencia de dar con el “Cancionero Popular de Jaén”, de María de los Dolores de Torres Rodríguez de Gálvez, obra de mérito extraordinario para el conocimiento de las gentes de Jaén que, como este servidor que escribe, hemos sido ignorantes de esta riqueza tan nuestra. Canciones de mi pueblo que recogí con delicadeza para llevarlas, a mi vez, a uno de mis libros con otras muchas aprendidas de aquellos abuelos de mi niñez que, en los bancos del paseo, entre el sol y la sombra, y el pañuelo de hierbas cubriéndoles la cabeza, no obstante se apoyaban en el cayado mientras, sin apenas darse cuenta, se acercaban a la meta ineludible.
“La jeringonza”, “El bonete del cura”, “La taragata”, “En la calle Valencia” (En la calle Valencia/ los alfareros/ con el agua y el barro/ hacen pucheros); “A la rueda de las hermosas”, “Las hijas de Merino”, “Canto de ánimas”, “Madre, en la puerta hay un Niño” y “El tarará” son algunas de esas canciones populares e infantiles, variadas, religiosas, de baile y de Nochebuena, clasificadas así por María de los Dolores de Torres para su “Cancionero”.
En este conjunto de canciones tradicionales, que tanto y tan bueno dicen del folclore de Úbeda, está su “Cancionero”, romance muy notable creado por destacados letristas como
Juan Bellón Bellón
Por la rama del granado
voy a pasar mi niño,
que se quebró una mañana
de abril en Santo Domingo.
Manuel Benítez Carrasco
A los verdes olivares
yo me voy a varear.
A los olivares verdes
yo me voy para cantar.
Juan Martínez de Úbeda
Si te casas conmigo
por San Miguel,
la luna de la Feria
será de miel.
¡Ay!, cascabel
de la oliva olivita,
por San Miguel.
Antonio Parra Cabrera
Ten mucho cuidado niña
y rebusca en el serón,
que entre la verde aceituna
he puesto mi corazón.
Antonio Martínez Gallego
Redonda de Miradores,
ventana abierta,
donde suspirar amores,
la moza alienta.
Juan de Dios Peñas Bellón
Capacherilla soy
soy capachera.
Mientras yo hago capacho
mi novio espera.
Alfonso López Muela
Yo no sé qué tiene el aire,
el aire de San Millán,
que pone coplas de amores
sin mirar al “qué dirán”.
y Ramón Quesada Consuegra
De la Alameda vienen,
por la Mandrona van,
caminito de los Miradores…,
en la Salobreja están.
Cuatro mocitos rondadores,
pañolito al cuello y cordobés.
Las composiciones musicales se deben a los maestros Emilio Sánchez Plaza y Manuel A. Herrera Moya, siendo sus títulos, por el mismo orden que cito a los autores, éstos: “Noche de San Juan”, “Verde olivo, olivo verde”, “Por San Miguel”, “Aceituna verde”, “Mañanitas de Santiago”, “La capachera”, “San Millán” y “Caminito, caminito”. Surge ahora, nos sorprende ahora, como digo, el flamenco de Úbeda. Y lo hace la peña “El Quejío”, que graba las canciones en un disco para ser “primita” en la “alboreá” de La Loma.
Vivo por ti mi amor,
jardín de mi sueño;
tu amor es mi vida
preso en tu cuerpo.
En tu velo blanco pondré
mi flor más hermosa.
Son tus ojos mi alegría;
de novia estás preciosa.
Camino penoso
lleno de pureza.
No puedo aguantar
toda tu belleza.
La letra es de Alfonso Hortal Barba y dicen que la ha recogido en las calles, en las casas y de los hombres y de los camino de Úbeda para darle forma y ponerle el estilo viejo del pueblo.
(17‑06‑1988)