PSOE en precario

La caída del PSOE cierto que resultó espectacular.

Al igual que le pasó en Grecia. Pero en este último país se le da por desaparecido en combate (al partido socialista de allí). Aquí intenta mantenerse en escena, porque todavía vive de las rentas electorales no renovadas y tiene sus concejales y sus diputados. Lo que le venga en los comicios próximos está por ver.

Es conveniente, sin embargo, hacer un análisis objetivo y desapasionado de lo acaecido. Que también le vendría bien al PP, aunque no los veo yo en ese trabajo. Pero vayamos con los socialistas, que es mi tema presente.

La carga detonante radicó en la terquedad de Zapatero (o sus asesores, que nunca es cosa de uno lo que sucede, en general) ante lo que se avecinaba, inevitable, tal que pretendió cabalgar la ola sin subirse a la tabla. Y la tabla se la pusieron otros por obligación y no fue capaz de arbitrar otras medidas diferentes, tal que se hundió con su nueva tabla. Y ahí se quedó, entre la gran ola, sin saber en la posición que estaba, si subía o bajaba, si salía de la misma o se hundía más… Tragando agua y manoteando sin coordinación alguna. Este fue el detonante, pero la carga explosiva se había gestado y se había ido acumulando antes, en muchos años.

El pecado original del PSOE fue caer en la trampa que le tendió la derecha. Porque el diseño constitucional (Fraga, su muñidor, aunque luego votase en contra) establecía la institucionalización del bipartidismo. El turno más o menos sincronizado en el poder (y en los poderes a todos los niveles) de los dos partidos emergentes, PP y PSOE. En aras y por mor de la estabilidad política y social y la consolidación del sistema. Estos fueron los explosivos que se vinieron aportando.

Un calco de la restauración borbónica acaecida tras la Primera República; incluso, por serlo, hasta conllevaba (a pesar de a quienes les pesaba) la restauración completa de los Borbones y su línea dinástica; nada de una “nueva monarquía” salida del Movimiento, como se quisieron creer algunos. Restauración borbónica y régimen constitucional ad hoc.

Y siendo necesario el arbitrar un proceso bien controlado de cambio (bueno, ese control era más precario que lo que se admitía) y aceptándolo el PSOE “felipista”, se echó en brazos de la dulce mayoría que le cupo en gracia y con la que gobernó sin aparente problema, siempre mirando la reacción de la derecha y de sus poderes (iglesia, banca, ejército, tradicionales y los que iban surgiendo). Y ahí el socialismo bien controlado y colaborador empezó a coger cacho de poder (a todos los niveles) y a sentirse demasiado bien en esa posición. Y se hicieron próceres profesionales del sistema.

Como en la decimonónica Restauración, el tiempo fue pasando y la política se fue alejando de los intereses de sus bases, del servicio del ciudadano, y sintiéndose cada vez menos identificados votantes con votados. Y la Constitución cada vez más obsoleta.

Otro fallo fundamental, que deviene de lo anterior, fue creer en la lealtad constitucional del PP. Creer en la honestidad que implicaba tener siempre lo denominado “sentido de Estado” como norma inviolable para salvaguardar la acción legislativa; en suma, el socialismo tanto en el gobierno como en la oposición se movió con bastante consideración, en general, con respecto a la acción del partido popular. Todavía resuenan en mis oídos los consejos que González daba a Rubalcaba ya en estos años difíciles: que actuase con sentido de Estado. Sin embargo, así no fue, en general también, la actitud que la derecha tuvo con el partido socialista. El dominio de ciertos medios de comunicación y el trabajo de sus propagandistas a sueldo le daba a la derecha púlpito inapreciable para atacar todo lo que proviniese del socialismo, con fuerza y saña, con razones y muchas veces sin ninguna. Meros ataques oportunistas y constantes que hicieron bastante daño y que los dirigentes socialistas, en especial los bien anclados en el poder, ni contrarrestaban ni creo que se molestaron en ello, creyendo que las falacias por sí mismas ya perdían todo su efecto. Craso error. Esto fue un acelerador del material inflamable.

La gota malaya del enfrentamiento a cara de perro, del descrédito a toda costa, de la labor de zapa, hicieron a la postre su terrible efecto.

La desilusión de muchos votantes de izquierda, que llevaron al poder al socialismo, fue aumentando no sólo con la constatación del abandono del programa más a la izquierda, sino también con la evidencia de las actitudes y acciones de dirigentes poco ejemplares (incluyendo a elementos sindicales, que arrastran su unión al socialismo) y gentes de aluvión y muy oportunistas que el PSOE admitió entre sus filas e incluso ocuparon cargos a todos los niveles. Y los trasvases a empresas o a entidades financieras de estos cargos. Otra razón del declinar. Y, cuando se pierde poder y no se pueden dar mercedes a tanto demandante, los apoyos se pierden y llegan las defecciones.

Por último, las rencillas internas, bien soterradas o a veces más explícitas, entre sus cuadros de mando, que no dudaron en debilitar la firmeza de las bases. Y, como arriba se lee, si además se pierden prebendas en beneficio de otros…

Y todo explotó. Y emplearon un tiempo fundamental en quedarse pasmados, incrédulos de que a ellos les pasase. Y en seguir creyendo en la inviolabilidad del bipartidismo, en su seguridad en el mismo. En que todo era todavía lo establecido, incluyendo el respeto de la derecha. Infelices.

Ahora empiezan a reaccionar a la fuerza. Les están mordiendo los talones. Cambian de dirigente; pero cuidado, no repitan la edición de Zapatero.

 

marianovalcarcel51@gmail.com

Autor: Mariano Valcárcel González

Decir que entré en SAFA Úbeda a los 4 años y salí a los 19 ya es bastante. Que terminé Magisterio en el 70 me identifica con una promoción concreta, así como que pasé también por FP - delineación. Y luego de cabeza al trabajo del que me jubilé en el 2011. Maestro de escuela, sí.

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