Mientras hay quienes prefieren mirar para otro lado, aunque sepan que están al borde del precipicio, los hay (o somos) quienes, sintiendo el peligro inminente, no podemos más que al menos avisarlo, honestamente, para que luego a nadie les cause sorpresa o, peor, un mal ya irreparable.
La ceguera viene de quienes se ciegan voluntariamente ante las evidencias; no, de no conocerlas. Los que, sin un ejercicio libre de su propia inteligencia, tal vez porque lo teman, aceptan el relato oficial sin chistar.
Como le escribía a un conocido en facebook, temo y huyo de aquellos que dicen no tener que arrepentirse de nada. Es, cuanto menos, una presunción de inocente soberbia; o, desde luego, de tener una conciencia demasiado laxa o embotada. Y especifico lo tal, porque es bueno, honesto y valiente admitir los errores e intentar corregirlos. Por mera honestidad, al menos. ¡Cuánto no si, además, se tienen creencias (religiosas) y se debe uno a las mismas!