02-10-2011.
Yo había estado en ese convento, cuando era monaguillo de El Salvador. Había ido a algún recado que otro, pero nunca había pasado a su interior, salvo a la iglesia, en la que había ido a confesar algunas veces. Ahora tenía entrada libre por todo el recinto. Lo escudriñé todo, vi las celdas deshechas de los frailes, el comedor, que según decía quien lo había visto anteriormente, estaba preparado para hacer comida del medio día. Se respiraba por todo el recinto un aire viciado con un agudo olor a pintura quemada, pues en varios sitios habían hecho hogueras, adonde echaban todo lo que encontraban las turbas a su paso.