En mi anterior y único libro que vio la luz en las postrimerías del año 1996, en su capítulo 5.° decía textualmente: «Al principio, nuestra patria se vio manchada por la sangre de un millón de hermanos nuestros; yo tuve la desgracia de ver escenas atroces que, dada mi juventud, no sabía valorar ni descifrar el alcance que aquello tendría. Pero dejemos aquello como agua pasada, pues el abrir heridas no es nada bueno…».
Transcurrido el tiempo, he comprobado que aquellas heridas han cicatrizado y que en nuestro país se respira un aire de paz y democracia, y con el transcurrir de los años se han ido allanando huecos, enderezando entuertos, legislando leyes, equilibrando la economía para que no haya tanto potentado, mientras la clase obrera‑trabajadora carecía de todo lo necesario para subsistir. Ese fue el punto clave para aquella confrontación.