Ahora disponía de todo el tiempo del mundo. No dudó en aceptar las ventajosas condiciones que la Caja de Ahorros le ofreció y se retiró a su piso sevillano donde cada rincón le recordaba a su mujer Amalia.
Su hija venía a “darle vuelta” a menudo para su tranquilidad.
—Pero sal por ahí, hombre de Dios, y no te encierres entre estas cuatro paredes, que la vida está en la calle Sierpes. Ve a una corrida de toros a la Maestranza, disfruta los jardines del parque de María Luisa… ¿Ya no te acuerdas la de veces que nos hemos sentado en el banco “Jaén” de la Plaza de España? ¿Por qué no te vas unos días a Canarias?