Hasta siempre, comandante Che Guevara, y 2

14-04-2011.

 

La última etapa de mi estancia en Cuba la paso entre cocoteros, palmeras reales, iguanas, caos aterciopelados, playas con doradas puestas de sol… Mi apartamento, a pie de calle, con porche y jardín donde escribo sobre las sensaciones que he venido percibiendo en los nueve días de turista “todo incluido”, entre ricos canadienses y alemanes tostándose al sol, servidos por cubanos con salarios de hambre y animadoras nocturnas con hambre de libertad. No obstante, intento relajarme en esta burbuja de ocio y gula que son los hoteles de Varadero. Soy espectador de un mundo injusto que no encuentra la fórmula de repartir tanta riqueza como genera. No puedo desprenderme de la imagen del vagón blindado de Batista, ubicado en el centro de La Habana para que el pueblo nunca olvide las diferencias entre los gobernantes y los gobernados de una época no muy lejana que ocasionó la Revolución siempre pendiente.

Miro al horizonte imaginando los primeros barcos españoles acercándose a este paraíso, invadiendo y aplastando culturas, organizaciones sociales ancestrales que, después de más de quinientos años, se han transformado en miserias y marginación en las grandes ciudades iberoamericanas. Imágenes imaginarias de los colonizadores españoles, que llegaron ávidos de riqueza. Como ellos, he oído y visto exóticos pájaros de colores, he pisado arena blanca, me he sumergido en aguas limpias, templadas y transparentes de diferentes tonos verde esmeralda, azul ultramar… en suave vaivén de olas espumosas. Calma, tertulia entre buenos amigos. Se hace de noche. Volvemos para prepararnos como turistas ociosos esperando el primer entretenimiento nocturno: bailes horteras y bailarinas con poca ropa y mucho muslo.

La excursión marinera en un moderno catamarán nos regaló un espléndido día en Cayo Blanco. Barra libre, jóvenes universitarios de Zaragoza en viaje de estudios, rusos ebrios como una cuba, animosos animadores dirigiendo el cotarro para que el turista se divierta al son de la música ensordecedora y repetitiva de Hasta siempre comandante. Después de una semana, aún suena insistente en mi cerebro.

En el trayecto del puerto al hotel, pude evidenciar una vez más las dos modalidades de transporte de personas: el transporte público en autobuses candidatos a la chatarrería y el privado en camiones repletos de hombres y mujeres aprisionados como si de animales se tratara.

—El privado es más eficaz por la frecuencia —nos informaba el guía—. De lo que recauda el propietario, una buena parte es para el estado.

Diez horas de vuelta en un amplio avión de las aerolíneas cubanas, dieron para deliberar sobre tantas e intensas experiencias. Desfilaban por mi memoria el arriesgado recorrido en coco taxis, conducidos durante cinco kilómetros por temerarios e imprudentes jóvenes, que interpretaban su oficio como una diversión. Sorteando baches y vías de ferrocarril, salimos vivos gracias a la supervisión de la policía de tráfico, que nos seguía entre trotes y curvas interminables.

El escenario cubano hay que analizarlo en el contexto de los países de su entorno. El chabolismo, las enormes diferencias sociales, el desempleo, la delincuencia, la droga, la educación, la precaria sanidad, las inexistentes prestaciones sociales, la falta de planes preventivos ante catástrofes naturales, la ausencia de políticas compensatorias… han sido superados en Cuba de acuerdo con los escasos recursos que el sistema desarrolla. Son datos para la reflexión antes de sentenciar criterios de cualquier signo ideológico.

Las imágenes de la primera noche en Santiago, la variopinta concurrencia en el malecón de La Habana al atardecer, la escuela de niños uniformados con sonrisas blancas y agradecidas por los rotuladores que les procuré, las conversaciones con la gente del pueblo: taxistas, campesinos, maestros, camareros, guías, músicos… todos disconformes con su situación salarial, pero alegres como el cálido clima tropical, el obligado mojito con yerbabuena de la Bodeguita del Medio, el cuba libre con el exquisito ron Havana club, el contorneo de las mujeres al caminar…

—¡Ojalá que vuestro dinero llegue al pueblo! —decía, al despedirse, nuestro guía—.

—Además de la falta de estímulos privados para el crecimiento económico —añadí—, vuestro problema, como el de otros sistemas comunistas, es la ausencia de medidas que impidan la permanencia en el poder de dictadores que obstaculizan otras alternativas de gobierno.

En un avión de La Cubana, dirección a Madrid, imaginaba la inmensidad del Atlántico bajo gigantescas borrascas, en una larga noche entre universos infinitos de preguntas sin respuesta. Vencido por el sueño, recordaba el estribillo de la omnipresente canción Hasta siempre Comandante Che Guevara:

A ti te queda la clara,
la entrañable transparencia
de tu querida presencia,
Comandante Che Guevara.

diegorv49@gmail.com

 

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