Úbeda, ¡qué pena me das!

01-08-06.
Porque eres sangre de mi sangre, piedra de mis piedras, amor entrañable reconfortado desde la infancia dorada… veo, Úbeda, cómo te están destruyendo piedra a piedra. ¡Cuánto mal gusto prolifera en tus remodelaciones! ¡Cómo te van desmontando sin que nadie se inmute ‑ni el poder establecido, ni la oposición cambiante, ni el pueblo llano, ni la progresía cultural, política o administrativa, ni el mozo, ni el encopetado… ya nadie viene a ampararte…! Te desmiembran día a día, exclamando con la boca llena: “Eres Patrimonio de la Humanidad”, mas te van haciendo cada día más “Patrimonio de la Iniquidad”… Así, si la Corporación Municipal anterior en pleno se cargó la añeja e inigualable Plaza Vieja, ahora la actual va camino de lo mismo, pues ya ha comenzado con la destrucción absurda de los Juzgados ‑materializada en la nueva fachada de palets apilados frente a La Torre de Mancera…‑, por lo que ha empezado a cambiar ‑para mal‑ la inigualable estructura de la Plaza de Santa María, centenaria y renacentista.

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Libro y Adorno

24-07-06.


Pablo Utrera me indicó hace tiempo que deberíamos imprimir en un libro una selección de artículos de los editados en nuestra página web. En ello estamos: se va a editar con la ayuda de Caja Jaén en el mes de octubre y se entregará a los asistentes de la Asamblea. Se incluirán sendos artículos de los que hemos colaborado en ella. En el caso de que el autor haya remitido diversos artículos, bien en una sección, bien en varias, se elegirá el más leído. No procede repetir autor en esta primera edición. Más adelante, ya veremos.

 

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18 de julio

13-07-06.
Alarga la llama el odio
y el clamor cierra las puertas.
Voces como lanzas vibran,
voces como bayonetas.

M. Hernández.
El dieciocho fue domingo. Sus hermanas le vistieron como si fuese un novio. Le repeinaron y pusieron colonia.
En el atrio de la iglesia, pocos hombres. En corros, hablaban bajo y animados. Todo le pareció un poco raro. Ninguno le dijo nada…

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Antiguas informaciones

25-3-06.
Efectivamente, Paco Fernández me indica que los Mensajes privados, que recibimos a través de Messenger en nuestra página web, se leen con dificultad, porque su letra negra apenas se distingue en el fondo azul que la enmarca. Nuestros técnicos no pueden cambiar el formato, pero me han dado una fácil solución: si marcáis con el ratón todo el texto, la letra se ve blanca y su lectura es más fácil.

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Anónimos «granaínos» o viceversa

ADOJAL es una asociación almeriense a la que pertenezco y que me da ocasión para reuniones, excursiones, comidas y cosas así; cosas de jubilados. Aclaro para criptógrafos curiosos que estas siglas pertenecen a Asociación de Docentes Jubilados de Almería. Ni qué decir tiene que la inmensa mayoría somos maestros y maestras.

 

En una visita guiada a la Alcazaba, le comentaba a un compañero, de los que como yo han paseado la carrera por diversas provincias, este asunto nuestro de la página web y la posibilidad de hacer en Almería algo parecido, teniendo en cuenta que en Adojal estamos más de doscientos cincuenta socios; eso significa muchísimos años de experiencia y de experiencias en tiempos heroicos, desasnando zagales en cortijadas a las que todavía en los sesenta sólo se llegaba en mula. Pero no va el tema por ahí.

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Historias de la puta mili (universitaria, por más señas)

 

(De cómo un infeliz aspirante accedió a la fama sin derramamiento de sangre ni riesgo de vidas o haciendas)

 

En el verano del 65 le tocó a mi generación Safa abrazar temporalmente el noble ejercicio de las armas. Pienso que casi todos optamos por las llamadas Milicias Universitarias que ‑aclaro para los más modernos‑ era una mili elitista hecha a medida de los universitarios para que no perdieran cursos, por lo que se hacía en los meses de verano, coincidiendo con las vacaciones. Naturalmente no era suficiente un verano, sino tres: el primero ibas de aspirante, o sea, milicio sin graduación; el segundo verano ya tenías consideración de sargento; y si no habías hecho el ganso más de la cuenta, el tercer verano ya ibas a un campamento o a un cuartel, con el grado de alférez, a que los militares profesionales se rieran un poco de ti. Haberte divertido en demasía podía suponer que las, llamadas, prácticas las hicieras de sargento, lo que significaba, se diga lo que se diga, una cierta humillación, a tenor de lo jerarquizada que es la institución militar. Esa amenaza era sin duda un acicate incluso para los que presumían de antimilitarismo, los pasotas, como hubiéramos dicho, de existir entonces la palabra.

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La venganza de «El Alimoche»

Después de dos años en la sierra de Cádiz, mis pecados y cierta ignorancia me llevaron a Cataluña. De primeras me adjudicaron una Unitaria en Badalona de donde, por una merecida supresión debida a las pésimas condiciones del local, pasé a un Colegio enorme. Hablamos de los primerísimos setenta, una época en la que estos centros hervían de políticas y por tanto de rivalidades enconadas que se sumaban a las naturales antipatías que inevitablemente se crean en estos colectivos a cuenta de las injusticias de siempre en el reparto del trabajo, y del increíble egoísmo que se respiraba en corros, pasillos y reuniones. Eran los tiempos de las ahora casi olvidadas permanencias, cuyo cobro y reparto producía vergonzosas discusiones a cuenta de la falta de celo que algunos demostraban en la exigencia del pedagógico tributo.

 

 

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