Desde temprana hora estoy atento a los jardines del Ayuntamiento de Canena, pues no quiero faltar a la cita que, en este penúltimo domingo de agosto (a las 21 h), va a concitar numeroso público local y forastero… ¡Qué tarde‑noche más linda y bonancible han escogido, mis paisanos, para dar a conocer el libro Canena: Crónica del siglo XX!
Paulatinamente, observo cómo van llegando autoridades, familiares, amigos y vecinos; incluso cronistas y escritores de otros pueblos de la provincia que charlan y departen animadamente, mientras van comprando su ejemplar correspondiente (algunos se llevan hasta media docena…); y que orgullosamente portan bajo el brazo u hojean, buscando la noticia o la foto que más les interesa, a la espera de la presentación de este libro en el que tanto empeño puse y para que, al finalizar el acto, sea dedicado por ambos autores…; aunque yo he delegado ese cometido a mi muy amada hija Isabel, pues sé lo bien que me va a representar…
Oigo cómo se habla favorablemente de mi amada Canena (por la que entregué hasta la vida…), pues la veo bien cuidada y mimada, en comparación con otras grandes poblaciones vecinas… Y llegadas las 21:15, cuando la noche se ha asentado en este lindo lugar, tan cercano a mi antiguo domicilio, cuatro caneneros de pro van ocupando la mesa presidencial que se haya en lo alto de una tarima para que el numeroso público, bien aposentado en sus butacas de plástico, calle y se ponga en voluntaria actitud de atención…
De izquierda a derecha, mirando desde el patio, toman asiento: el alcalde de la villa, José Carlos Serrano Ruiz; mi hija, Isabel Torres; Pedro Martínez García, mi digno y flamante sucesor como cronista oficial de Canena; y el concejal de cultura, Juan Serrano Jódar.
Aunque noto que hay problema con el micro, pronto se soluciona, tomando la palabra el alcalde para decir, en su corto y nervioso parlamento, lo importante que es este evento y el empeño que ha puesto el ayuntamiento para que se hiciese realidad.
Pronto le pasa el testigo al concejal de cultura que lee un discurso político e institucional en el que expresa las vicisitudes experimentadas para sacar a flote este querido proyecto cultural, expresando que la transparencia democrática del servicio público es senda abierta a todos los caneneros que quieran colaborar o sugerir cualquier idea, queja o proyecto que merezca la pena, con el fin de que no se trunque ningún proyecto cultural convincente. (Todo ello, haciendo un uso continuado del masculino y femenino en los artículos y sustantivos de género).
Ahora me siento sumamente contento y halagado, pues es mi hija Isabel, a la que tanto quiero, la que va a contar diversos detalles de este libro en el que yo tenía tanto empeño y en el que invertí tanto esfuerzo, energía y tesón, aunando voluntades de acendrados caneneros, a los que tuve la suerte de agrupar, para que constituyesen vías de estudio y diálogo con el fin de elaborar nuestra historia más reciente. Cuenta, Isabel, cómo mi fatal desenlace dio momentáneamente al traste con este magno proyecto (que yo quería fuese por temas…) y que luego ha sabido y querido encauzar, con su propio talante y su particular visión histórica‑cultural, mi amigo y digno sucesor en el arte de cronicar las andanzas de este pueblo, que llevo en las entretelas de mi alma… Lee, incluso, la introdución que yo tenía preparada en 2008…
Y vuelvo a quedar sorprendido y agradecido cuando es mi hermano Cristóbal, desde su asiento portátil, el que toma la palabra para desvelar entrecortadamente, por la pasión y el amor que nos une, ciertos detalles (un tanto ocultos) de mi personalidad: mi acendrado servicio al pueblo que me vio nacer, habiendo sido, incluso, ministro del Señor; sirviendo siempre al ayuntamiento, sin tener en cuenta el color político que lo ostentase; dotando (juntamente con otras tres personas) la primera megafonía para el ayuntamiento; defendiendo siempre ideas de unión de las dos cooperativas existentes, que incluso me perjudicaban…
Para finalizar, Pedro Martínez García afirma que el noventa por ciento del libro es mío, escogido de lo mucho que yo había preparado; pero que ha preferido encauzarlo mediante ejes cronológicos, a los que él ha ido añadiendo comentarios iniciales, dejándolo en 1975, abierto a un segundo tomo; que espera se publique en su momento, pues era tanto el material que yo había acumulado y las múltiples líneas de actuación investigadora previstas que más podría salir una enciclopedia que un libro de consulta, donde el paisano o foráneo pudiese abrevar en la cultura y en la historia de Canena de una forma atractiva y elocuente… Ya sabemos todos que las pequeñas historias de nuestro pueblo componen la gran historia de nuestro país o nación…
Tanto mi hija como Pedro han usado frases célebres y enjundiosas («El pasado siempre está presente»…) para remarcar sus respectivos discursos, dotando de altura literaria y cultural a este entrañable y fresco acto del que me llevo grato recuerdo; y más, cuando la joven banda municipal, dirigida por una linda y rubia chica, ha interpretado el Canto a Canena, cuyas fotocopias habían repartido antes de que empezase el acto para que el público lo acompañase, cantando; y el «¡Viva Canena!», salido espontáneamente de un asistente, y coreado con el «¡Viva!» de todos, han colmado mis más íntimas ilusiones…
Al final, todo ha resultado redondo: la melodiosa ambientación con música del período democrático de nuestro país, con Carlos Cano y canciones de mi época dorada; la brevedad del acto; las firmas de los muchos ejemplares que se han vendido en esta noche de ensueño, tanto de mi hija Isabel (a quien he tratado de insuflarle ciertas dedicatorias para que quedasen plasmadas para siempre…), como del nuevo cronista oficial que, con su inteligente y larga trayectoria, ha sabido aprovechar la ocasión para que muchos paisanos y amigos tengan la dedicatoria más genuina y apropiada del libro Canena: Crónica del siglo XX (libro que será imprescindible para entender y comprender nuestra más reciente historia en el convulso siglo pasado…). Hasta la visita, al finalizar el acto, a la graciosa y sugerente exposición, montada en el piso superior del ayuntamiento, adonde Miguel Padilla Barragán ha mostrado su arte e ingenio cerámico a la riada de visitantes que se han acercado a admirarla…
Gracias, muchas gracias, paisanos y familia por haberme ofrecido este homenaje póstumo pues, aunque yo no era ni soy amigo de ello, habéis demostrado tener una sublime altura de miras, ya que, en definitiva, habéis encumbrado lo que yo más quería: a la gente de Canena, a la de ayer y a la de hoy, a la de siempre; para que se una en una auténtica fraternidad mediante proyectos comunes por los que yo, Miguel Torres Godoy, siempre luché, muriendo (por desgracia) tan tempranamente…
Canena, 24 de agosto de 2014.