Durante cinco meses (hasta finales de octubre) hubo dos o tres cabos en nuestro dormitorio (el número 5), hasta que fueron trasladados a otras cárceles o campos de trabajo. Entonces es cuando me eligieron unánimemente para ese cargo (que me duraría seis meses, hasta mi salida de la cárcel), habiéndome resistido cuanto pude, hasta que cedí, sacrificándome por la amistad que tenía con los principales del dormitorio.