Por Fernando Sánchez Resa.
Me siento vendedor ambulante.
Yo he estado casi toda mi vida de vendedor ambulante; por eso entiendo y amo esta dura y bonita profesión. Empecé de novio acompañando a mi suegro por los pueblos de la provincia giennense y granadina, yendo en borrico y/o andando, a recoger y comprar frutas y verduras que luego vendíamos en la plaza de abastos de Úbeda. ¡Cuánto aprendí y disfruté con esos viajes en los que la juventud que tenía en mis piernas y en mi corazón no me hacía ver los peligros, cansancios o sinsabores de estos viajes de trabajo, que no de placer, aunque a mí así me lo pareciesen!
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