Por Fernando Sánchez Resa.
Nos habla, a su vez, del garum romano (mezcla de pescado) y cómo se hacía en tres capas prensadas, siendo las dos primeras para los señores y la última para los esclavos, que estaba llena de raspas y era incomestible; el mulsum (vino) o el libum (queso). (Por cierto, el próximo domingo, 18 de noviembre, se hará una visita a Itálica y San Isidoro del Campo para ver Roma y degustar arqueograstronomía con Cultura Antiqua). También nos explica cómo eran las casas y los patios romanos, que luego se han copiado y perpetuado en los actuales patios sevillanos del renacimiento, de los que hay representados algunos en las instalaciones de este Aquarium donde estamos ahora. Alberto anima a que sea visitado por todo el mundo, así como las famosas Setas, nuevo símbolo de esta ciudad, capital del Guadalquivir.
Aprovecha para contarnos la anécdota del vidrio, de la que es protagonista el emperador Augusto y de cómo reprendió al senador que lo había invitado a su casa, porque quería echar a la piscina de las pirañas o cocodrilos a un esclavo suyo, porque había roto casualmente una copa de cristal que para el senador era sagrada. El emperador se encaró con él, argumentándole que la vida humana valía más que este material valioso, puesto que él mismo, que era el dueño de todas las vidas del imperio, podía hacer lo mismo con el propio senador, mandándolo tirar a la piscina de los cocodrilos. La lección fue bien aprendida por el senador, desistiendo de quitarle la vida a su esclavo y sorprendiéndose de la magnanimidad y oportunidad del emperador Augusto.
El comercio de Roma con la Bética no podía faltar en esta charla, tan bien documentada, con sus famosas ánforas de aceite, siendo este producto del olivar un vademécum que lo usaban los romanos para todo: cocinar, dar luz (con el aceite lampante), cosmética, enfermedades, etc. Por eso, hoy existe el Monte Testaccio, que era un vertedero, en Roma, formado por la acumulación de restos de millones de ánforas de aceite, que llegaron en más de un 80% de esta tierra.
El tema de las bacterias que anidaban en ellas o en los recipientes que se usaban para transportar o exportar el garum, el mulsum o el libum romanos, también lo supimos y nos aclaró el porqué se producían tantos envenenamientos domésticos.
Barragán nos cuenta más cosas interesantes de la vida de los romanos, entre otras: que las familias solo tenían tres hijos y al cuarto lo tiraban al vertedero, de donde algunos eran salvados por otros romanos para criarlos y, luego, convertirlos en esclavos, cuando tuviesen ocho años o así. Incluso nos desvela la vida de otras mujeres del imperio, como Livia Drusila, esposa de Octavio Augusto, o de Julia Agripina, madre de Nerón (a quien la mató éste), más conocida como Agripina la Menor. Y de hombres como Calígula, Claudio, el “tonto”, que llegó a ser emperadora sus 52 años, tras el magnicidio de Calígula, habiendo sido elegido inesperadamente por los centuriones, a pesar de ser un miembro marginado de la familia imperial, entregado a sus estudios y a los banquetes, pero que se convirtió en el hombre más poderoso de Roma, saliéndole rana a los senadores, pues creían que podrían manipularlo y era más inteligente y sagaz para gobernar de lo que aparentaba por su físico deformado, al ser tartamudo, cojo, medio sordo, y al considerarlo, el pueblo en general y su familia en particular, como un inepto.
Y de cómo las mujeres se encontraban solas en el hogar, meses y meses, a lo largo del año, mientras sus maridos hacían campañas militares como soldados legionarios o de mando, y que la mayoría de las veces, o nunca, les llegaba el dinero del esposo, ya que se lo gastaba por ahí. La familia romana estaba más influenciada por la mujer de lo que nos parece o creemos (como ahora, pensé), pues sabía influir en su marido y casa; hasta el senado romano cedió al impulso femenino de que se hiciesen leyes a su favor o en beneficio de la familia, núcleo real y seminal de la seguridad y paz de una nación o imperio.No ocurriría lo mismo con la rebelión de los esclavos, comandada por Espartaco que, al final, fue vencida por el ejército romano.
Y ya, para finiquitar, Alberto nos recomienda un libro: SPQR, que habla bien de las mujeres romanas y es la culminación de cincuenta años de estudio e investigación sobre la antigua Roma de Mary Beard, profesora de la Universidad de Cambridge, ofreciéndonos una magistral visión de conjunto de su historia. ¡Habrá que hacerse con él!
Sevilla, 10 de noviembre de 2018.