Nuestra vida con la Safa, 04

Por Fernando Sánchez Resa y Margarita Latorre García.

Margarita:

Al final, hice las prácticas de tercero en el colegio Virgen de Guadalupe. ¡Qué casualidad, en el mismo en el que me he jubilado! Guardo muy buen recuerdo de mis tres maestros de prácticas: Filo Quesada, María José Morillas y Manolo Rodríguez. Para mí fue un curso bueno y agradable.

No quiero que penséis que no estoy agradecida a la Safa de Úbeda, pero me dolió que no me llamaran —como a otros compañeros— para hacer la prueba—oposición en Córdoba para trabajar en sus escuelas de toda Andalucía. Se ve que pensaron que “mi actitud” no era safista, a pesar de tener tanta relación familiar con ella; pero bueno, no hizo falta, me dieron una interinidad en Úbeda y, ese mismo año, aprobé (en Jaén) las oposiciones. Tenía 20 años…

Fernando, seguro que has dejado muchas cosas en el tintero, pues parece que te he cortado anteriormente. ¿Por qué no terminas relatándonos los avatares de aquellos años de estudio en este centro y los siguientes?

Fernando:

Este período estudiantil y de formación fue el fogueo y práctica de futuros líderes sindicales y políticos de izquierdas, mayoritariamente. Todavía alguno pulula por nuestro espectro político. Bastantes de nuestros compañeros emigraron a Cataluña, Valencia y otras comunidades en busca de futuro y allí han triunfado y, hasta algunos, han esparcido la semilla safista recibida.

Tras terminar los estudios, cada cual hizo lo que pudo. Yo, estando en tercer curso, pedí a las distintas delegaciones provinciales de Andalucía plaza para ser interino al curso siguiente, en previsión de mi futuro incierto, habiéndome enterado por compañeros de cursos superiores que ése era el camino seguro para obtener trabajo de maestro; aunque también hice, cuando acabé magisterio, la prueba—oposición en Córdoba —a la que a ti no te llamaron—, que por entonces era donde estaba la Central Safa —ya no en Úbeda, por desgracia—, juntamente con mi querido y estimado amigo Miguel Consuegra Melgarejo, para obtener plaza (ambos) en la Safa de Cádiz, en el colegio San Severiano; aunque solamente me duró un mes. Allí conocí a todo el claustro que, por cierto, estaba compuesto por aguerridos giennenses, mayoritariamente: los Titos, el futuro escritor Jesús Maeso de la Torre, Fernando Otálora (que era el director), César Roldán Malo, mi amigo Miguel Consuegra, los Bejaranos, etc.; y viví en el piso de maestros anexo, al que le llamaban “La República”, porque cada uno de sus habitantes íbamos por libre y teníamos total libertad de horario de entrada y salida; pero todo lo tuve que abandonar por la bisoñez de mis 19 años, al comunicarle a la Central de la Safa que no quería ocasionarle problemas, puesto que seguramente saldría de acceso directo, ya que un porcentaje de los mejores expedientes académicos así lo hacían. Mas tuve la mala suerte de que ese año, y sin previo aviso, rebajaron el porcentaje de acceso a la mitad, quedándome en puertas, por lo que tuve que marcharme a Tolox (Málaga), y ese curso hacer las oposiciones de maestro nacional en su capital. Menos mal que  las saqué, en primera instancia, un año antes de irme a la mili, por lo que ejercí en Marbella y luego de maestro alfabetizador en Viator (Almería), Melilla y Chafarinas.

Margui, llega la despedida y podemos hacerlo por turnos, como hasta ahora. Comienza tú, como señora que eres, y yo cerraré al alimón nuestra intervención.

 

fernandosanchezresa@hotmail.com

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