Por Fernando Sánchez Resa y Margarita Latorre García.
Margarita:
No os canso más. La Safa fue y sigue siendo importante para mí. En ella estuvo mi familia, en ella estudié y en ella encontré el amor de mi vida; y pese a mi timidez, aquí estoy, terminando esta charla.
¡Ah!, dos cosillas más. Una: como agradecimiento regalé a la biblioteca de este centro, en Úbeda, un ejemplar de mi libro “Mis cuentos”, que escribí con tanto amor para mis hijas Margarita y Mónica. Dos: quiero tener un recuerdo sincero y emocionado a varios compañeros que nos dejaron demasiado pronto, alguno prontísimo, como Salvador Cascales Díaz, en Alemania, con 22 años; otros, Isa Cruz, Sebastián Salido Paredes, Antonia Poyatos Moreno y, sobre todo, M.ª Rosario Fernández—Montes Fernández, “Rosarito”, mi entrañable amiga, por la relación que mantuve con ella. Espero y deseo, como creyente, que todos estén gozando —con Dios— del descanso eterno.
Y ahora, despídete tú también de este amable público que no ha parpadeado mientras contábamos nuestros recuerdos y añoranzas. ¡Haz el favor de dejarles un buen sabor de boca! ¡No les defraudes…!
Fernando:
Así lo haré, no te preocupes.
Cuando escucho aquellas canciones: Los sonidos del silencio, El cóndor pasa, Los poetas andaluces, La muralla, Libertad sin ira…, se me pone la carne de gallina y el alma alborotada; igual me ocurre si detecto olores que tanta huella dejaron en mí: a tiza, a hornilla, a brasero de cisquín, a clase caldeada por el calor humano…, o paladeo los sabores de la tortilla de patatas y la morcilla en caldera ubetense con ochíos en la Cueva Árabe…, porque todos ellos son fieles evocadores de esta época singular de nuestras vidas que hemos estado relatando hoy aquí.
Por eso, tengo tanto que agradecerle a la Safa de entonces, y a mis queridos padres, el que tan joven me hiciesen maestro, y haya estado practicando esta profesión tan vocacional, evangelizadora y gratificante —durante mis 41 años de docencia—, a pesar de haber sufrido en mis carnes, ocho sucesivas reformas que me han demostrado que el político de turno no conoce al sujeto agente y paciente de nuestra sufrida y maltratada escuela…
Suscribo el cariñoso y enternecido recuerdo a los compañeros fallecidos que tú has nombrado y lo hago extensivo a los que andan dispersos por la geografía española o extranjera, añorando volver a sentir y revivir aquellos irrepetibles tres años de estudio de magisterio.
Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…,
y a veces lloro sin querer…
¡Mas es mía el Alba de oro!
Así terminaba, el poeta Rubén Darío, su “Canción de otoño en primavera”, lo que reivindico totalmente.
Y, cómo no, desear buenos augurios y mejor ventura a este movimiento asociativo que ya lleva media docena de años con rumbo cierto y seguro, y al que espero y deseo un feliz futuro, pues el tiempo no debe orillar la memoria histórica de los que pasamos por este solar ubetense en el que siempre ha latido un hálito de servicio hacia los demás.
¡Reciban, todos ustedes, nuestro más cariñoso abrazo de agradecimiento!
Úbeda, 2 de junio de 2018.