Por Dionisio Rodríguez Mejías.
5. La visita del letrado.
Aquella noche no pudo dormir más de dos horas. Se acostó tarde y se despertó a las seis de la mañana, con un calor húmedo y pegajoso, pero despejado. No podía apartar de su cabeza lo que le esperaba. Cuando a las ocho de la mañana llegó al despacho, abrió la puerta, y se encontró con Ezcurra vestido de segurata; le costó trabajo disimular una sonrisa. Llevaba botas de militar, pantalón azul marino, una americana de color marrón ―que le venía estrecha―, con el escudo y los accesorios de la agencia de seguridad. Pero lo más llamativo era el pistolón, que le llegaba hasta la rodilla. Saludó en posición de firmes, cerró la puerta y se quedó frente a la entrada.