Por Mariano Valcárcel González.
«¡La breva!». Así gritaban algunos espectadores del lumpen, en los cines de verano, cuando una criatura de teta se ponía a llorar desaforadamente en medio de la interesante proyección; con esa expresión le indicaban a la madre que se pusiese a dar de mamar de inmediato y con ello, seguro, se acabarían los berreos.