Por Dionisio Rodríguez Mejías.
6.- El compromiso.
La noche del reparto de premios, Arumí se empeñó en que fuéramos a un sitio que no conociéramos, y acabamos en una moderna boîte, junto a la plaza de Calvo Sotelo, que tiene una pista redonda giratoria, y una música exclusiva que traen nada menos que de París ―eso nos dijo el camarero que nos acompañó a la mesa―, aunque yo soy más del Dúo Dinámico: donde se ponga “Esos ojitos negros” o “Perdóname” que se quite Charles Aznavour. Oye, Javi, yo nunca había estado en un sitio como aquel, ni había pasado una noche de lujo y de derroche como aquella. Sentía envidia de los jóvenes de la alta sociedad, que podían beber y bailar hasta las cuatro de la mañana, porque no tenían que madrugar al día siguiente.