Por Dionisio Rodríguez Mejías.
4.- Las malas compañías.
Casi todas las tardes se reunía con algunos compañeros en “Los Intocables”, un bar que estaba cerca de las oficinas de la empresa, para intercambiar nuevos recursos de venta y hablar de esos proyectos que le permitían soñar con un futuro lleno de extravagancias y fantasías: apartamentos en la playa, descapotables, fiestas, comidas, francachelas… Lo encontré sentado en una mesa en compañía de un tal Eduardo Villa, antiguo amigo del señor Bueno, con el que había colaborado en su juventud en el juego del trile y el boliche. No recordaba haberlo visto en las oficinas de Edén Park la noche del reparto de premios porque, al parecer, la venta de terrenos no se le daba demasiado bien, y llevaba un par de meses trabajando en una imprenta que tenía en la parte baja de Las Ramblas.